11 de Junio

“Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida”

(Juan 6, 51-58)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Hoy celebramos la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Comer la carne y beber la sangre ¡masticarlo y beberlo! es un lenguaje crudo, duro, pero su significado es aun más increible, comer al Hijo de Dios, significa asimilarlo hasta llegar a vivir de Él, porque comer es asumir, ingerir, y asimilar el alimento. Creer en Jesús, adherirse a él, y amarlo,  se expresa aquí con el término “comer”. El ser humano se convierte en lo que come, o mejor, en lo que ama. El Hijo de Dios nos ha amado hasta dar su misma vida con pasión por nosotros, y nosotros al amarlo y comerlo nos hacemos Hijos de Dios y hermanos entre nosotros. Este es el misterio del amor, en que el amado se convierte en la vida de quien lo ama. Dice san Pablo: “Ya no soy yo quien vive, sino que Cristo vive en mi (Gal 2,20)

 

Reflexionemos: El pan sustenta la vida física de quien lo come. El Hijo de Dios da su vida al que lo come, haciendo que viva ya desde ahora su amor eterno por el Padre, amor que se nos revela a través de nuestros hermanos.

 

Oremos: Señor Jesús, dame la sabiduría y la fe para comprender que tú eres el Pan vivo bajado del cielo, que me comunicas la vida de Dios, y que me invitas a vivir esta vida en comunión con mis hermanos. Amén.

 

Actuemos: En este día dedicare el tiempo necesario para ir a la Eucaristía, para comer conscientemente el Pan de Vida y para testimoniar con alegría y solidaridad mi encuentro contigo. 

 

Recordemos: Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida, quien mastica mi carne y bebe mi sangra, permanece en mí y yo en él.

 

Profundicemos: Jesús no es sólo el verdadero Pan, alimento para el camino; como Hijo del Hombre crucificado, es también carne, cordero, alimento que nos hace salir de la esclavitud y nos lleva a la libertad en Dios.

 

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