“El que es digno de confianza en lo más pequeño, lo es también en lo grande”
(Lc 16, 10)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
El evangelio de este domingo nos presenta la historia del administrador deshonesto. Historia que a simple vista da la impresión que Jesús aprueba la actitud del administrador, pero que en el fondo lo pone de ejemplo para ayudarnos a entender la importancia de ser astutos y sagaces en los asuntos de Dios: “Aprovechen esta falsa riqueza para ganar amigos; y así, cuando se acabe, tendrán quien los reciba en las moradas eternas”. Astucia que debe llevarnos en primer lugar, a ser fieles en las cosas que hemos recibido de Dios como nuestra vida, nuestro trabajo, en nuestra familia, empezando por las cosas pequeñas. Así mismo, en el manejo que damos a nuestra vida espiritual, dando a Dios el primer lugar y no a los intereses personales: “Ningún siervo puede servir a dos señores. Pues despreciará a uno por querer al otro, o al menos atenderá a uno y al otro lo descuidará. No es posible servir a Dios y al dinero”.
Reflexionemos: ¿Qué lugar damos a Dios en nuestra vida?, ¿cómo administramos los bienes que recibimos de él?
Oremos: Ayúdanos, Señor, a ser fieles desde las pequeñas cosas que vivimos cada día. A centrar nuestra vida y todos nuestros intereses en ti, y no en los que nos ofrece el mundo. Amén.
Recordemos: Revisemos en esta jornada nuestra vida y miremos si somos administradores fieles de los bienes que hemos recibido de Dios.
Actuemos: Revisemos en este día la manera como escuchamos y acogemos cada día la Palabra de Dios.
Profundicemos: Ser fieles administradores de Dios es darle el primer lugar en nuestra vida e iluminar todas nuestras acciones con sus enseñanzas (Libro: Cuando me enamoré, te puse en primer lugar).