“¡Todo lo ha hecho bien! ¡Hasta hace oír a los sordos y hablar a los mudos!” (Mc 7, 37)
El evangelio de este vigésimo tercer domingo del Tiempo Ordinario nos pone en contacto con la vida y la historia de un hombre del territorio de la Decápolis, que no solo era tartamudo sino que tampoco podía escuchar. Dos realidades que lo incomunicaban completamente y lo apartaban de los demás. Jesús al verlo, lo lleva a un lugar apartado y tocándole los oídos y la lengua, lo sana de su enfermedad: “Mirando al cielo suspiró y le dijo: “Effatá” (que quiere decir: Ábrete)”. El hombre empezó a hablar sin dificultad y a contar a quienes se encontraba lo sucedido, pese a las advertencias de Jesús de no hacerlo. Las personas que lo escuchaban, se asombraban del poder de Jesús: “¡Todo lo ha hecho bien! ¡Hasta hace oír a los sordos y hablar a los mudos!”. Quizás como el sordomudo nosotros también tenemos varias trabas en nuestra lengua, en nuestra mente o en nuestro corazón que no nos dejan hablar o actuar con libertad frente los demás. Pongámoslas hoy en manos del Señor, y pidámosle que nos ayude a liberarnos de ellas.
Reflexionemos:
¿Qué trabas nos impiden escuchar o hablar con libertad a los demás?, ¿cómo podemos conducir a otros al encuentro con Jesús?
Oremos:
Cura, Señor, las trabas de nuestra boca y de nuestro corazón, que nos impiden decir o expresar aquello que necesitamos a los demás. Danos la libertad de ser y mostrarnos siempre tal como somos. Amén.
Recordemos:
Jesús nos libera de las trabas que nos impiden ser libres ante los demás.
Actuemos:
Revisemos en la oración de este día, cuáles son trabas que roban la paz de nuestra mente y nuestro corazón.
Profundicemos:
Como seres humanos vivimos experiencias dolorosas que nos marcan y no nos dejan ser felices (Libro: Sánate interiormente. Dios te creó para ser feliz).