“Ustedes son la luz del mundo” (Mt 5, 14)
Después de comunicar las bienaventuranzas a sus discípulos y revelarles los valores centrales del Reino de los Cielos, Jesús en este día los invita a ser “sal de la tierra” y “luz del mundo”, es decir, canales vivos que transmitan e irradien sus enseñanzas. De nada les sirve, conocer los misterios del Reino sino los hacen vida en los gestos concretos de servicio, amor y fraternidad que tengan hacia los demás: “No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa”. Seguir a Jesús y alimentarse de sus enseñanzas, implica ante todo comprometerse con la construcción de su Reino y ser testimonios creíbles para los demás. Pidamos al Señor, en este día, que desde los diferentes lugares que nos encontramos, nos ayude a ser sal que de vida y sabor a todos aquellos que han perdido la esperanza o las ganas de luchas. Igualmente, a iluminar con nuestra fe, la vida de aquellos que sufren, se sienten solos o necesitan ser escuchados.
Reflexionemos:
¿Cómo podemos ser sal y luz para los demás desde nuestros hogares?, ¿qué personas son sal o luz en nuestro camino?
Oremos:
Gracias, Señor, por invitarnos a ser constructores del Reino desde las diferentes realidades que vivimos. Gracias, porque a través de tus enseñanzas, nos permites ser sal que da vida y sabor a los demás; luz, que acompaña, ilumina y fortalece sus contrariedades. Amén.
Recordemos:
Seguir a Jesús es testimoniar en la vida de cada día sus enseñanzas.
Actuemos:
Pensemos en este día como podemos dar luz y sabor a la vida de nuestros seres queridos o personas cercanas.
Profundicemos:
Seguir a Jesús es comprometernos con la construcción de su Reino y anunciarlo de manera creativa (Libro: Influencers del Evangelio).