31 de Diciembre

«A cuantos le recibieron, les dio el poder de ser hijos de Dios».

(Juan 1, 18)

 

En este último día del año, volvamos al misterio que estamos celebrando: El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. Cuan hermoso es saber que Dios vive entre nosotros, se hizo igual a nosotros en todo, menos en el pecado. Para gustar este misterio incomparable nos: ¿porque Dios se hizo hombre? En el credo hay una frase que responde bellamente a esta pregunta: «Dios bajó del cielo por nosotros los hombres y por nuestra salvación».

Si! Fue el amor y nada más que el amor lo que empujó a Jesús a bajar del cielo. Dios quiso que Su Hijo tomase nuestra carne no para tener a alguien fuera de Él que le amara en forma digna, sino para tener a alguien a quien amar sin medida, como  El sabe amar. En Jesús Dios Padre no solo ama a su Hijo eterno sin  medida, sino que viendo a Jesús entre nosotros, en cada uno de nosotros, nos ama a ti y a mí, a todos sin medida, sin reservas, sin condición, sin límites: y con el mismo amor que tiene a Su Hijo Jesús.

Es esto lo que san Juan nos dice en el evangelio de hoy: «A cuantos le recibieron, les dio el poder de ser hijos de Dios». En Jesús tu y yo somos hijos amados de Dios, somos su familia, gracias a Jesús todos los humanos somos de rango divino; cuan alta y profunda es nuestra dignidad la tuya, la mía la de toda persona. Somos hijos de Dios en su Hijo.

 

Reflexionemos:

¿Habría algo más grande y más alto que pudiéramos desear?  Hnos. Vivamos esta jornada dando gracias por el amor que Dios ha derramado sobre nosotros en este año como a sus hijos queridos.  Y pidámosle perdón por  nuestra incorrespondencia. El amor que Dios nos tiene nos da la garantía que podemos coger el nuevo año con grande esperanza: Dios sigue construyendo con nosotros nuestra historia. Confiemos!

 

Oremos:

Dios nuestro, que cada año nos alegras con la esperanza de la salvación, concédenos que, recibiendo con gozo a tu Hijo unigénito como Redentor, podamos contemplarlo confiadamente cuando venga como juez. Amén

 

Recordemos:

“Te damos gracias Padre porque por el misterio de la Palabra hecha carne, la luz de tu gloria brilló ante nuestros ojos con nuevo resplandor, para que, conociendo a Dios visiblemente lleguemos al amor de lo invisible”.

 

Actuemos:

Viviré esta jornada  en actitud de arrepentimiento de mi ingratitud ante la bondad de Dios y de acción de gracias a Dios por la abundancia de su misericordia a lo largo de este año.

 

Profundicemos:

«Hoy en día todo el mundo parece tener tanta prisa, ansioso por mayores desarrollos y mayores riquezas y así sucesivamente, los niños tienen muy poco tiempo para sus padres. Los padres tienen muy poco tiempo para el otro, y en el hogar comienza la perturbación de la paz del mundo.» Madre Teresa de Calcuta

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