3 de mayo

Exaltación de la Santa Cruz.

 Tiene que ser levantado el Hijo del hombre.

(Juan 3, 13-17)

 

Permitamos que la Palabra del Señor toque nuestra vida

Hoy celebramos la exaltación de la santa Cruz. Y la liturgia nos regala las palabras que Jesús dijo a Nicodemo, que parecen ser una síntesis esplendida de todo el  evangelio:  “tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna y nadie perezca.

 El Padre nos ama con tanta ternura, que por no perder ni uno solo de sus hijos, no ahorró la vida de Su Hijo eterno, el predilecto, para rescatarnos del pecado y de todos nuestros males. Y tú y yo sabemos que este amor de Dios se manifestó en forma esplendida cuando Jesús aceptó ser clavado en la cruz y murió levantado en alto por amor a nosotros.

Por ello la cruz es para nosotros la máxima expresión del amor que Dios nos tiene; y estamos seguros que si miramos con fe y gratitud a Jesús crucificado descargando en Él los pesos que llevamos en el alma, somos pacificados, liberados y salvados.

 

Preguntémonos:  ¿Lo crees de todo  corazón? Prueba a cargar tu cruz unido a Jesús y sentirás aliviado el corazón. Pruébalo Hno!

    

Oremos:

Gracias Padre por el don inefable de Tu Hijo, Gracias por tu Espíritu que clama en nuestro corazón Abba Padre! Ayúdanos a vivir como hijos tuyos llevando junto con Jesús nuestra cruz de cada día.  Amén.  

 

Recordemos:

 “Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna y nadie perezca. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que se salve por medio de Él”.

 

Actuemos:

Quiero vivir cada momento de dificultad  o sufrimiento en unión con Jesús, no solo para recibir de El el consuelo y la fuerza que necesito, sino para aprender a vivir como El.    

 

Profundicemos:

Dios nos ha hablado de muchas maneras para expresarnos su amor, pero lo ha hecho de forma definitiva en su Hijo Jesús a quien levantó victorioso de la muerte: por eso conocer y seguir y amar a Jesús es  la  aspiración más bella y noble que podemos tener en este mundo.

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