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1 de mayo

Tercer Domingo de Pascua

 Jesús se acercó, tomó el pan y se lo repartió, y lo mismo hizo con el pescado

(Juan 21, 1-19)

 

Permitamos que la Palabra del Señor toque nuestra vida

Iniciamos el mes de Mayo dedicado a la Virgen María nuestra madre, celebrando la jornada mundial del trabajo, día en que también honramos a san José obrero, padre adoptivo de Jesús, modelo del trabajador honesto y fiel.

El evangelio, nos cuenta la tercera aparición del Jesús resucitado a los discípulos. Después de la pesca abundante, en la madrugada,  allí en la orilla del lago, el resucitado invitó a los discípulos a desayunar con Él. Cuando terminaron, Jesús se acercó a Simón y le dijo: Pedro, ¿me amas? Y por tres veces le repitió la misma pregunta, como para darle la oportunidad de enmendar su triple negación durante la pasión. Pedro así lo intuyó, y por ello, con humildad, las tres veces, le respondió, Señor tu sabes todo, sabes que te quiero.

Con este gesto de ternura, Jesús no solo le demostró, que lo había perdonado, sino que a cada respuesta le demostró que seguía confiando en él, con estas palabras: “Pedro, cuida mis ovejas”; cómo diciéndole: si me amas, ponte a servicio, cuida mi rebaño. Así actúa Jesús con cada uno de nosotros: nos perdona, nos acoge y nos ama sin medida, para amémonos a los otros como Él nos ama: sirviendo y, dando la vida:. ¿Lo creo de corazón?  

    

Oremos:

Gracias Jesús por tu infinita comprensión; gracias porque a pesar de nuestra fragilidad, no te cansas de amarnos y confiar en nuestra pequeñez. ¡Ayúdanos a  corresponder a tu  amor! Amén.

 

Recordemos:

Y todavía le preguntó por tercera vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Pedro se puso triste de que le hubiera preguntado por tercera vez si lo amaba, y le respondió: “Señor, tú lo sabes todo; tú te das cuenta de que te amo”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas.

 

Actuemos:

Hoy quiero estar atento a las necesidades de las personas que encuentre para  brindarles mi apoyo, y demostrar al Señor cuánto lo amo.  

 

Profundicemos:

Nuestro amor por Jesús no se queda en una experiencia intimista, si es sincero se expresa  en acciones misericordiosas, y en la disponibilidad pata el servicio. La Madre Teresa de Calcuta solía decir: “El fruto del amor es el servicio y el fruto del servicio es la paz”.

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