22 de Octubre

“Si no se convierten, todos perecerán de la misma manera”

(Lucas 13, 1-9)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

El evangelio de hoy tiene dos partes: comentario de Jesús a dos tristes sucesos y la parábola de la higuera. Ambas secciones urge la conversión antes de que se agote la paciencia de Dios.

Jesús nos invita a reflexionar en nuestra vida, si verdaderamente ha cambiado; si verdaderamente hemos entrado en un proceso de conversión o somos como la higuera de la parábola. Jesús quiere nuestra conversión, pues esta es la única manera de agradar a Dios en esta vida y así aseguraremos nuestra estancia en el cielo.

Hay que revisar a conciencia nuestra relación con Dios y pensar: Si hoy fuera mi último día en la tierra, ¿encontraría el Señor frutos en mi vida? ¿Hallaría frutos de bondad, de justicia, de amor, de perdón, de paciencia? El viñador le pide una nueva oportunidad y el Señor la concede. Aprovechemos nosotros también esta oportunidad para que nuestra vida dé frutos en abundancia; esto no sólo dispondrá nuestra vida para la eternidad, sino que además, a los que viven con nosotros, los haremos inmensamente felices.

 

Oremos: Señor Jesús, tú me invitas, desde tú palabra, a comprender que no puedo confiar en mis propias capacidades humanas. Dame la gracia que me impulsa a dar frutos de esperanza. Amén.

 

Recordemos: “¿Piensan que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Les digo que no; y si no se convierten, perecerán lo mismo”.

 

Actuemos: Hoy doy pasos importantes hacia mi propia conversión intentando ser más misericordioso con la gente con la que vivo.

 

Profundicemos:  ¿Cómo vivimos la paciencia y el acompañamiento? ¿Cómo nos relacionamos con personas de otras manifestaciones religiosas y modos de pensar?

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