¿Vas a tener tú envidia porque soy yo bueno?
(Mateo 20, 1-16)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
En el Evangelio de hoy Mateo expresa un rasgo esencial del Dios que nos mostró Jesús: Un Dios bueno, misericordioso, cuyo amor es gratuito.
Jesús parte de una realidad bien conocida en su época: el desempleo y el subempleo. Por eso la parábola se escenifica en una plaza en la que continuamente se encuentran desempleados esperando una oportunidad de trabajo. De igual forma en el escenario aparece un movimiento que sigue las diversas horas de una jornada: el amanecer, las nueve de la mañana, el mediodía, las tres y las cinco de la tarde, y finalmente el fin del día al atardecer.
Por el modo como se relata la parábola los lectores son conducidos a reencontrarse a sí mismos en los primeros obreros, a deponer su antiguo modo de considerar las cosas y comenzar a ver y valorar; desde la perspectiva de Dios, con “buenos ojos”. Los “últimos obreros” representan, en especial, a las personas que los demás pasan por alto, que no son valoradas e incluso resultan despreciadas. El auténtico modelo en la parábola es el dueño de la viña, que simboliza a Dios, los lectores han de identificarse con él para reconocer no sólo teóricamente la actuación bondadosa de ese propietario de la viña, sino hacerla realidad en su vida. Si nosotros hemos comprendido el principio de bondad del Reino de los Cielos, debemos actuar así, porque es así como el Reino de los Cielos resulta realmente perceptible.
“Vayan también ustedes a mi viña”: Dios llama una y otra vez a lo largo de nuestra historia ¿A qué me llama Dios en este momento de mi vida? ¿Cómo voy a responder?
Oremos: Señor, que diferente es tu justicia a la del mundo. Tú eres infinitamente misericordioso y me colmas con la gratuidad de tus dones.
Recordemos: La gratuidad del amor de Dios.
Actuemos: Somos invitados hoy a descubrir el corazón bondadoso de Dios y a superar una espiritualidad rígida basada en la contraprestación con Dios: “me porto bien para que Dios me premie.
Profundicemos: Al atardecer… ¿Cómo ilumina el pasaje que hemos leído nuestra esperanza cristiana?