lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos. El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos. El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
L:Palabra de Dios
T:Te alabamos, Señor
Salmo responsorial 21, 8-9. 17-20. 23-24
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
isajes, menean la cabeza: “Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere” / R.
Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores; me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos / R.
Se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme / R.
Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. “Los que temen al Señor, alábenlo; linaje de Jacob, glorifíquenlo; témanlo, linaje de Israel” / R.
Segunda Lectura
Lectura de la Carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11
Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
L:Palabra de Dios
T:Te alabamos, Señor
Aclamación antes del Evangelio (Flp 2, 8-9)
Cristo se ha hecho por nosotros obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 14, 1–15, 47
Andaban buscando cómo prender a Jesús a traición y darle muerte
C.Faltaban dos días para la Pascua y los Ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando cómo prender a Jesús a traición y darle muerte. Pero decían: S. “No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo”.
Se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura
C. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y se lo derramó sobre la cabeza. Algunos comentaban indignados: S. “¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido por más de trescientos denarios para dárselo a los pobres”. C.Y reprendían a la mujer. Pero Jesús replicó: * Déjenla, ¿por qué la molestan? Una buena obra ha hecho conmigo. Porque a los pobres los tienen siempre con ustedes y pueden socorrerlos cuando quieran; pero a mí no me tienen siempre. Ella ha hecho lo que podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. En verdad les digo que, en cualquier parte del mundo donde se proclame el Evangelio, se hablará de lo que esta ha hecho, para memoria suya”.
Prometieron a Judas Iscariote darle dinero
C. Judas Iscariote, uno de los Doce, fue a los sumos sacerdotes para entregárselo. Al oírlo, se alegraron y le prometieron darle dinero. Él andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
¿Cuál es la habitación donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?
C. El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:
S. “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?”.
C. Él envió a dos discípulos diciéndoles:
* “Vayan a la ciudad, les saldrá al paso un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo, y en la casa adonde entre, díganle al dueño: ‘El Maestro pregunta: ¿Cuál es la habitación donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?’.
Les enseñará una habitación grande en el piso de arriba, acondicionada y dispuesta. Prepárennosla allí”.
C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la Pascua.
Uno de ustedes me va a entregar: uno que está comiendo conmigo
C. Al atardecer fue Él con los Doce. Mientras estaban a la mesa comiendo dijo Jesús: * “En verdad les digo que uno de ustedes me va a entregar: uno que está comiendo conmigo”. C. Ellos comenzaron a entristecerse y a preguntarle uno tras otro: S. “¿Seré yo?”. C. Respondió: *“Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo del hombre se va, como está escrito; pero, ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre será entregado!; ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!”.
Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre de la alianza
C.Mientras comían, tomó pan y, pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:
* “Tomen, esto es mi cuerpo”.
C. Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron.
Y les dijo:
* “Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En verdad les digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios”.
Antes que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres
C. Después de cantar el himno, salieron para el monte de los Olivos. Jesús les dijo:
* “Todos ustedes se escandalizarán, como está escrito: ‘Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas’.
Pero cuando resucite, iré delante de ustedes a Galilea”.
C. Pedro le replicó:
S. “Aunque todos caigan, yo no”.
C. Jesús le dice:
*“En verdad te digo que hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres”.
C. Pero él insistía:
S. “Aunque tenga que morir contigo, no te negaré”.
C.Y los demás decían lo mismo.
Empezó a sentir espanto y angustia
C. Llegan a un huerto, que llaman Getsemaní, y dice a sus discípulos:
* “Siéntense aquí mientras voy a orar”.
C. Se lleva consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir espanto y angustia, y les dice:
*“Mi alma está triste hasta la muerte. Quédense aquí y velen”.
C. Y, adelantándose un poco, cayó en tierra y rogaba que, si era posible, se alejase de Él aquella hora; y decía:
* “¡Abba!, Padre: tú lo puedes todo, aparta de mí este cáliz.
Pero no sea como yo quiero, sino como tú quieres”.
C. Vuelve y, al encontrarlos dormidos, dice a Pedro:
* “Simón, ¿duermes?, ¿no has podido velar una hora? Velen y oren, para no caer en tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es débil”.
C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió y los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se les cerraban. Y no sabían qué contestarle. Vuelve por tercera vez y les dice:
* “Ya pueden dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; miren que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense, vámonos! Ya está ceca el que me entrega”.
Préndanlo y condúzcanlo bien sujeto
C. Todavía estaba hablando, cuando se presenta Judas, uno de los Doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:
S. “Al que yo bese, es Él: préndanlo y condúzcanlo bien sujeto”.
C. Y en cuanto llegó, acercándosele le dice:
S. “¡Rabbí!”.
C.Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo:
* “¿Han salido a prenderme con espadas y palos, como si fuera un bandido? A diario les estaba enseñando en el templo y no me detuvieron. Pero, que se cumplan las Escrituras”.
C. Y todos lo abandonaron y huyeron.
Lo iba siguiendo un muchacho envuelto solo en una sábana; y le echaron mano, pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.
¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito?
C. Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes y los escribas y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del patio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados junto al fuego para calentarse.
Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues, aunque muchos daban falso testimonio contra Él, los testimonios no concordaban. Y algunos, poniéndose de pie, daban falso testimonio contra Él diciendo:
S. “Nosotros le hemos oímos decir: ‘Yo destruiré este templo, edificado por manos humanas, y en tres días construiré otro no edificado por manos humanas’”.
C. Pero ni siquiera en esto concordaban los testimonios.
El sumo sacerdote, levantándose y poniéndose en el centro, preguntó a Jesús:
S. “¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que presentan contra ti?”.
C. Pero Él callaba, sin dar respuesta. De nuevo le preguntó el sumo sacerdote:
S. “¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito?”.
C. Jesús contestó:
* “Yo soy. Y verán al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y que viene entre las nubes del cielo”.
C. El sumo sacerdote, rasgándose las vestiduras, dice:
S. “¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?”.
C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle y, tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:
S. “Profetiza”.
C. Y los criados le daban bofetadas.
No conozco a ese hombre del que hablan
C. Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llega una criada del sumo sacerdote, ve a Pedro calentándose, lo mira fijamente y dice:
S. “También tú estabas con el Nazareno, con Jesús”.
C. Él lo negó diciendo:
S. “Ni sé ni entiendo lo que dices”.
C. Salió al zaguán y un gallo cantó. La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:
S. “Este es uno de ellos”.
C. Pero él de nuevo lo negaba. Al poco rato, también los presentes decían a Pedro:
S. “Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo”.
C. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:
S. “No conozco a ese hombre del que hablan”.
C. Y enseguida, por segunda vez, cantó el gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús:
“Antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres”, y rompió a llorar.
¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?
C. Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, los escribas y el sanedrín en pleno, hicieron una reunión. Llevaron atado a Jesús y lo entregaron a Pilato.
Pilato le preguntó:
S. “¿Eres tú el rey de los judíos?”.
C. Él le respondió:
* “Tú lo dices”.
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo:
S. “¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan”.
C.Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba extrañado. Por la fiesta solía soltarles un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los rebeldes que habían cometido un homicidio en la revuelta. La muchedumbre que se había reunido comenzó a pedirle lo que era costumbre.
Pilato les preguntó:
S.“¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?”.
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia.
Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás.
Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S. “¿Qué hago con el que llaman rey de los judíos?”.
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. “Crucifícalo”.
C.Pilato les dijo:
S. “Pues, ¿qué mal ha hecho?”.
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. “Crucifícalo”.
C. Y Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
Le ponen una corona de espinas, que habían trenzado
C. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio –al pretorio– y convocaron a toda la compañía. Lo visten de púrpura, le ponen una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
S. “¡Salve, rey de los judíos!”.
C. Le golpeaban la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante Él.
Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacan para crucificarlo.
Conducen a Jesús al Gólgota
C. Pasaba uno que volvía del campo, Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo; y lo obligan a llevar la cruz.
Y conducen a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de “la Calavera”),
“Fue contado entre los enemigos”
C. y le ofrecían vino con mirra; pero Él no lo aceptó. Lo crucifican y se reparten sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno.
Era la hora tercia cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: “El rey de los judíos”. Crucificaron con Él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.
A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar
C. Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. “Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz”.
C. De igual modo, también los sumos sacerdotes comentaban entre ellos, burlándose:
S. “A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos”.
C. También los otros crucificados lo insultaban.
Jesús, dando un fuerte grito, expiró
C. Al llegar la hora sexta toda la región quedó en tinieblas hasta la hora nona. Y a la hora nona, Jesús clamó con voz potente:
* “Eloí, Eloí, lemá sabaqtaní?
C. (Que significa:
* Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”).
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. “Mira, llama a Elías”.
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo:
S. “Dejen, a ver si viene Elías a bajarlo”.
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa.
C. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
El centurión, que estaba en frente, al ver cómo había expirado, dijo:
S.“Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”.
C. Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas María la Magdalena, María la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé, las cuales, cuando estaba en Galilea, lo seguían y servían; y otras muchas que habían subido con Él a Jerusalén.
José rodó una piedra a la entrada del sepulcro
C. Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro noble del sanedrín, que también aguardaba el reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto.
Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra a la entrada del sepulcro.
María Magdalena y María, la madre de Joset, observaban dónde lo ponían.