“Estén alegres porque sus nombres están inscritos en el cielo”.
(Lc 10, 17-24)
El Evangelio del día de hoy coloca en el camino, la alegría de los discípulos y la gracia del corazón agradecido de quien sabe que la experiencia de Dios es totalmente gratuita porque se debe a la acción del Espíritu, quien transforma y no propiamente a los discípulos, quienes en el don de la misión son instrumentos de la gracia, puentes entre Dios y el corazón de cada destinatario del mensaje.
Las acciones de los discípulos no se deben al poder de su obra sino precisamente a la acción de Dios que es el autor de la gracia, de la transformación. Sólo en esta media la gracia pasa por la dimensión de la persona, pero no se debe a ella misma sino a la fuerza transformadora de Dios.
La actitud anónima del discípulo frente a la acción evangelizadora y misionera, vivida en la total gratuidad y la entrega de sí misma se verá recompensada no tanto en la vida de quien la ha vivido sino en el gozo de la eternidad, que es verdaderamente donde las obras brillan por sí mismas.
La oración de acción de gracias y gratuidad que Jesús dirige al Padre nace como un canto de alabanza espontáneo de quien se alegra en el gozo, de quien hace la experiencia en el Hijo y haciéndola en Él la hace a la vez en el Padre.
Reflexionemos: La acción evangelizadora del discípulo hoy esta mediada por acciones que colocan la vivencia del discipulado en contextos diversos como el mundo del trabajo, lugar en que es preciso vivir la misión y no siempre de ella se puede regresar como los discípulos alegres porque supone la dura fatiga y la cruz o el gozo de una recompensa talvez efímera y pasajera.
Oremos: Jesús Maestro, concédeme la gracia de vivir la misión a la que me has llamado y la cual yo he aceptado en profunda alegría y libertad. Que pueda sentir el gozo de servir con amor, porque tú eres mi Padre. Amén.
Actuemos: En el camino de vida cristiana nuestros sentidos: ¿qué desean ver? ¿qué desean oír? Los signos vividos y celebrados verdaderamente nos llevan a hacer una experiencia de gratuidad del amor de Dios manifestado en la persona de Jesús o seguimos buscando milagrosamente signos y señales.
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