“Y dicho esto expiró”
(Lc 23, 46)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
En este día en que como Iglesia recordamos la memoria de los fieles difuntos, el evangelio nos lleva al calvario para ser testigos de los últimos momentos de la vida de Jesús. Momento marcado por el dolor de la pasión y la crucifixión, pero también por la gran confianza en el Padre que movió a Jesús a dar su vida por nuestra salvación: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Confianza que nos lleva a descubrir, que la fuerza para soportar toda realidad de sufrimiento, enfermedad o muerte está en abandonarnos por completo en las manos amorosas del Padre, seguros que Él, nos sostiene y nos acompaña en nuestro dolor. Pidamos al Señor en este día, la capacidad de aprender a confiar más en Él y poner toda nuestra vida bajo su cuidado. Igualmente, dejemos en su corazón a cada uno de nuestros familiares, amigos y conocidos, que ya gozan de su presencia.
Reflexionemos: ¿Somos capaces de confiar nuestra vida a Dios?, ¿Cómo vivimos los momentos de enfermedad y muerte?
Oremos: Danos, la gracia, Señor, de aprender abandonarnos en Dios. De reconocer que solo en Él, podemos superar y darle sentido, a la muerte y a la enfermedad. Amén.
Recordemos: Dios encarna nuestros dolores y sufrimientos para mostrarnos su amor y cercanía.
Actuemos: Pongamos en manos del Señor, en este día, las realidades de enfermedad o muerte que roban la paz de nuestro corazón.
Profundicemos: La muerte es una realidad inesperada que demanda de nosotros mucha fe y esperanza para superarla (Libro: No es fácil decirte adiós).