“Salió el sembrador a sembrar”
( Marcos 4, 1-20)
Hoy encontramos a Jesús a la orilla del lago enseñando a la muchedumbre que venía a escucharlo. Para ayudarles a dejar calar en el corazón sus enseñanzas les contó la parábola del sembrador y les ayudó a comprender el significado de los diferentes terrenos: Acojamos la explicación que Jesús mismo hace de esta parábola, y permitamos que el Espíritu Santo nos ayude a reconocer que clase de terreno somos nosotros.
Quizás a veces puedo ser como el camino: escucho al Señor, pero nada cambia en mi vida porque otras voces superficiales me embotan el corazón. O tal vez soy como el terreno pedregoso: acepto a Jesús con entusiasmo, pero ante las dificultades soy inconstante y no tenemos el valor de superarme. O soy quizás un terreno espinoso, cuando permito que las ambiciones o las pasiones ahoguen la Palabra que el Señor sembró en mi corazón.
Reflexionemos:
Hnos. Que el Espíritu Santo con su don de fortaleza libere el terreno de nuestro corazón de todo lo que nos impide poner en práctica con alegría y perseverancia la Palabra del Señor.
Oremos:
Gracias Señor por el don de Tu Palabra que nos ilumina y guía nuestros pasos; ayúdanos a escucharla con amor, guardarla en nuestro corazón y vivirla en la concretes de nuestra vida.
Recordemos:
“Hay otros son los que reciben la simiente en tierra buena; escuchan la Palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno”.
Actuemos:
Dedico cada día un tiempo a la oración para escuchar al Señor, meditar su palabra y confrontar con ella mi manera de vivir.
Profundicemos:
“Toma como norma la sana doctrina que has oído de mí sobre la fe y el amor según Cristo Jesús. Conserva el precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros.” Timoteo 1, 13-14.