14 de Diciembre

 

“Vino Juan el Bautista, y los pecadores le creyeron”

(Mateo 21, 2)

 

Permitamos que la Palabra del Señor toque nuestra vida

Jesús propone «a los jefes de los sacerdotes, a los ancianos del pueblo», a todo ese «“grupo” de gente que le declaraba la guerra», un «juicio» sobre el cual reflexionar. Les presenta el caso de los dos hijos a quienes el padre les pide que vayan a trabajar a la viña. Uno responde: «No voy». Pero luego va. El otro, en cambio, dice: «Sí, papá», pero después reflexiona y «no va, no obedece».

Y Jesús les pregunta: «¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre? ¿Ese joven rebelde que había dicho que no», pero luego «pensó en su padre» y decidió obedecer, o el segundo? Ellos respondieron, el primero. Y Jesús continúa  «En verdad les digo que los publicanos y las prostitutas van por delante de ustedes en el reino de Dios». Ellos «serán los primeros». Porque: «Vino Juan a ustedes enseñándoles el camino de la justicia y no le creyeron; en cambio, los publicanos y prostitutas si le creyeron. Y, aun después de ver esto, ustedes no se arrepienten». ¿Cuál fue el más grave error de estas personas? ¡No reconocerse pecadores!

Dios que conoce la fragilidad del corazón humano y sabe que todos somos pecadores,  nos mira con tierna compasión y derrama su misericordia en quienes reconoce humildemente su pecado.

 

Reflexionemos:

¿Reconozco con sinceridad mi pecado? ¿Confío que  la misericordia de Dios es infinitamente más grande que todos mis pecados?  ¡Señor te entrego mis pecados, es la única cosa que puedo ofrecerte» Tu eres mi Señor y Salvador!

 

Oremos:

“Señor, estos son mis pecados, no son los de este o los de aquel… sino los míos. ¡Me arrepiento de todo corazón! Tómalos tú  y seré  salvado”», Ahora soy parte de ese hermoso pueblo, pueblo humilde y pobre que confía y vive de tu misericordia Señor y Dios mío! Amén!

 

Recordemos:

«Aparta tu semblante de mis faltas, borra en mí todo rastro de malicia. Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un firme espíritu.»

 

Actuemos:

No dejaré pasar ni un día sin hacer un sincero examen de conciencia, arrepentirme de todo corazón de mis pecados; y recomenzar mi vida Nueva.

 

Profundicemos:

Un buen arrepentimiento es la mejor medicina que tienen las enfermedades del alma. Miguel de Cervantes

 

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