Resucitó y se adelantará a los discípulos para reunirlos en Galilea
(Mateo 28, 1-10)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Hoy contemplamos a Jesús en la cruz que carga con los pecados del mundo, llevándonos a comprender el inmenso amor de Dios, que en su condición humana asume con valentía el sufrimiento y la muerte para liberarnos de nuestros pecados.
Cuando Jesús se dirige al huerto, lugar donde muchas veces se
Vivimos ésta jornada en la profundidad del silencio y la oración acompañados de la presencia Maternal de la Santísima Virgen María.
Ella, que vive el dolor de recibir en sus brazos al hijo humillado, muerto y sepultado; confía y espera sin reclamar nada. Ella sabe que Dios no defrauda. Caminamos de su mano hacia la Noche Santa, una noche cargada de la riqueza de símbolos que gradualmente nos sumergen en el gozoso momento de la pascua.
- El Fuego – en el cirio pascual, es el símbolo de Jesús “luz del mundo” el Señor Resucitado que ilumina nuestro corazón.
- Gloria – es el himno que en la noche de pascua nos evoca la encarnación y el nacimiento del Mesías.
- El Aleluya pascual, es el himno de los redimidos
- El Agua, signo de la vida nueva en Jesús, de adhesión a Él y renovación de nuestra profesión de fe en el bautismo.
- El Banquete pascual – nos alimentamos del Señor Resucitado en el banquete Eucarístico, sacramento de salvación.
Todos estos símbolos acompañados de la Palabra creadora de Dios, nos abren el corazón para acoger la Salvación del Señor Resucitado y ser portadores de un mensaje de esperanza: “No tengan miedo; sé que andan buscando a Jesús el crucificado. No está aquí; resucitó, como lo había anunciado”.
encontró con sus discípulos se acercan sus enemigos para arrestarlo; Él revela su divinidad, los interroga: ¿A quién buscan? y cuando ellos le responden – A Jesús, el Nazareno – sin ninguna vacilación declara repetidas veces “YO SOY”. Con la autoridad de Maestro y Pastor se entrega libremente y pide libertad para quienes están con Él: “si me buscan a mí, dejen ir a estos”
Así asume su pasión y muerte como un acto de amor y donación, abandonándose totalmente en las manos del Padre y dando cumplimiento a su misión, llevándonos a la acogida del misterio: Jesús que se encarnó en el seno de la Santísima Virgen María, el que bajó del cielo e hizo historia con nosotros, es el mismo Cristo exaltado en la cruz, que resucita Glorioso donándonos vida nueva.
Reflexionemos: Cuando estoy viviendo momentos de dificultad, ¿se esperar sin desesperar y confiar que en los designios del Señor, la muerte no tiene la última palabra?
Oremos: Gracias Señor, por los signos de vida nueva que colocas a mí paso. Amén.
Recordemos: Pero de pronto Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se acercaron, y postradas ante Él le abrazaron los pies. Entonces les dijo Jesús: “No tengan miedo. Vayan a avisar a mis hermanos que vayan a Galilea. Allá me verán”.
Actuemos: Hoy seré signo de esperanza en el lugar dónde me encuentre.
Profundicemos: “¿Por qué lloran al incorruptible como si hubiese caído en la corrupción? Vayan y anuncien a sus discípulos: Cristo ha resucitado entre los muertos. Mujeres evangelistas, levántense, dejen la visión y vayan a anunciar a Sión: Recibe el anuncio de la alegría: Cristo ha resucitado. Alégrate, danza, exulta Jerusalén y contempla a Cristo tu Rey que sale del sepulcro como un Esposo” (Canto de Pascua de la Iglesia Oriental)