31 de octubre

“El grano creció y se hizo un árbol”

(Lc 13, 18-21)

 

El autor sagrado coloca en labios de Jesús la pregunta: “¿A qué es semejante el reino de Dios o a qué lo compararé? La experiencia del reino de Dios en tiempos de Jesús es importante porque la manifestación del reino de Dios indicaba en cierto modo el cumplimiento de las promesas mesiánicas que, a lo largo de la historia de la salvación, el pueblo había esperado y talvez una manifestación majestuosa que irrumpiera la historia o que cambiara el curso de ella.

De ahí, la pregunta ¿a qué es semejante? busca explicar cómo no se trata de una manifestación apocalíptica sino el suceso de la cotidianidad de los acontecimientos entendidos de manera original en su capacidad de transformación que todos llevan dentro. La analogía del grano de mostaza es disiente para un pueblo que capta muy bien la fuerza del mensaje, la semilla es insignificante y no es nada, a veces resulta imperceptible, sin embargo, la semilla de mostaza que fecunda la tierra crece, madura y llega a ser un gran árbol a veces esa percepción insignificante del grano de mostaza llega a ser tan fuerte, que es capaz de albergar otras especies en sus ramas, las cuales pueden favorecer la expansión del reino o lo pueden amenazar.

La pregunta por el Reino de los cielos vuelve de nuevo a colocar la imagen de otra comparación sencilla, pero a la vez efectivas de la vida cotidiana con la cual se está habituado porque es familiar, la levadura. Para hacer el pan es importante la harina y ella es perceptible y necesaria, sin embargo, los pocos granos o la escasa medida de levadura no parece necesaria, pero ella transforma el sabor en la mesa, lo hace crecer.  

 

Reflexionemos: Lo aparentemente pequeño de la semilla de mostaza, lo relativamente insignificante de la levadura es lo que suscita la transformación y a la vez manifiesta el reino de Dios presente entre nosotros. La semilla permite la manifestación de la gracia de Dios y la levadura otorga la gracia de la cooperación a la obra de Dios.

 

Oremos: Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida, concédeme la gracia de creer en tu lógica, según la acción eficaz de la semilla de mostaza y la capacidad transformadora de la levadura. Que el don de tu Espíritu me conceda el salto de fe para creer que tu Reino está presente entre nosotros. Amén.

 

Actuemos: Valoro en mi vida cotidiana lo insignificante y pequeño de la vida con sus lógicas y cuando no las entiendo espero el tiempo de su acción transformadora con paciencia.

 

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