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3 de Junio

«Jesús se acercó, tomo el pan y se lo repartió, y lo mismo hizo con el pescado» 

(Juan 21, 1a. 15-19)

 

 Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Hoy el Evangelio nos propone como reflexión un diálogo profundo entre Jesús y Simón Pedro. Pedro había negado a Jesús, de decir que no lo conocía, en el fondo fue una situación, un momento de debilidad de Simón Pedro pero cuando se reencuentra con Jesús resucitado, Jesús le hace la pregunta: «Simón, hijo de Juan ¿Me amas más que a ellos?» y Pedro le responde: » Sí Señor, tú sabes que te amo» y Jesús le dice: «Apacienta mis corderos» este diálogo se repite tres veces, las mismas preguntas y las mismas respuestas, «Sí Señor, tú sabes que te amo».

Me parece interesante que nos detengamos e imaginemos la mirada de Jesús y la de Pedro y descubrir qué pasaba en esa mirada, Pedro acababa de negarlo tres veces y ahora reafirma tres veces que lo ama, tres preguntas y tres respuestas que profundizan la relación de amistad y de amor entre los dos. No es solamente decir si te amo superficialmente era un decirle de alguna manera que te amo y reconozco que no te amé, que fui débil. Y Jesús confirmando tres veces «apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas» le dice: «estás perdonado, no solamente, sino reafirmo la confianza que tengo en ti». Qué lindo descubrir cómo Jesús se acerca, pregunta, espera una respuesta y reafirma el amor. Por un lado, podemos ver confusión y turbación de parte de Pedro, pero del otro lado perdón y confianza de parte de Jesús.

Lo que sigue en la vida de Pedro no es nada fácil, pero la confesión de amor de aquella mañana después de desayunar con el Resucitado, ese “tú sabes que te amo” ahora sí se mantendrá en pie, la fidelidad será posible, y con esta actitud llegará hasta el final de su vida: hasta el momento glorioso de dar su vida por Cristo.

También hoy el Señor nos ofrece siempre a nosotros la oportunidad de reconciliarnos con Él y de renovarnos en la misión que nos ha confiado, cuando, como se suele decir en el lenguaje popular, “la hemos embarrado”.

 

Preguntémonos: Y nos pregunta, llamándonos por nuestros nombres: ¿me amas? Escuchemos a Jesús resucitado que nos invita a reconocerlo como nuestro Señor, confiemos en su misericordia infinita y dispongámonos a vivir cada vez más en coherencia con este reconocimiento.

 

Oremos: Señor Jesús, tú no permites que el mal, la traición y el pecado tengan la última palabra en nuestras vidas, concédenos amarte de verdad y seguirte con todo el corazón como testigo de tu evangelio. Amén.

 

Recordemos: Pongámosle cuidado también a esto: Jesús pide que el amor por Él se concrete en el servicio a los demás.  Amar consiste en servir.  “¿Me amas?, entonces apacienta mis ovejas”.  ¿Amas a tus hermanos de tu comunidad de fe?, entonces ponte a servirles.

 

Actuemos: ¿Qué compromiso con el anuncio del evangelio suscita mi amor por Jesús?

 

Profundicemos: ¿Qué respondo cuando, como Pedro, me interrogan por el alcance de mi amor por Jesús? Puedo decir. Al menos: “Tú sabes que verdaderamente trato de amarte”.

 

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