28 de Abril

“Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida”

(Juan 6, 52-59)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Comulgar con el cuerpo y la sangre de Cristo, es abrir nuestro ser a la vida divina, para vivir en Él y permitir que Él viva en nosotros. Es entrar en una relación íntima y personal de sintonía y permanencia mutua con Cristo que nos dice: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”. Es participar del misterio escondido en el pan que ha bajado del cielo, y, así obtener del Padre el don de la adopción de ser hijos en el Hijo amado. En la Eucaristía adoramos la presencia real del Señor que en el pan y el vino se entrega. Al comulgar  nos comprometemos en un camino caridad y comunión con los otros. Comulgar con Cristo nos hace ser verdaderos hermanos.

 

Reflexionemos: Al participar del sacramento de la Eucaristía, ¿permito que Cristo resucitado transforme mi tristeza en alegría?

 

Oremos: Gracias Señor, porque al darte como nuestro verdadero alimento nos abres las puertas para entrar en tu Reino eterno. Amén. 

 

Recordemos: “Yo les aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan que da la vida”.     

                                                                                                                                                   

Actuemos: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él”.   

 

Profundicemos: « Si hoy Cristo está en ti, Él resucita para ti cada día » (San Ambrosio)

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