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25 de febrero

 

Todo lo que quieran que les hagan los demás, háganselo ustedes a ellos (Mt 7, 12)

 

La cuaresma es un tiempo que nos mueve al encuentro con Dios, con nuestros hermanos y nosotros mismos. Un tiempo para reflexionar, orar, entrar en intimidad con Dios, pero a su vez, para dinamizar el ritmo de nuestra entrega y solidaridad hacia los demás. Hoy Jesús nos lo recuerda a partir de su predicación en el sermón de la montaña: Pidan y recibirán; busquen, y encontrarán; llamen a la puerta, y les abrirán. Porque todo el que pide recibe, y el que busca encuentra, y al que toca a la puerta le abren”. Pedir, buscar, recibir, llamar, abrir, tocar, son verbos que nos ponen en movimiento y nos invitan a tomar parte activa en la experiencia de fe que vivimos cada día. Si bien, Dios provee aquello que necesitamos, en nosotros recae la imperiosa tarea de hacer posible la manifestación de dicha providencia, es decir, cooperar con Dios para que tanto nosotros, como los demás podamos ser alcanzados por su gracia. La mejor manera de hacerlo, es a partir de  nuestro testimonio de vida, de las pequeñas acciones de bien que podamos hacer a favor de los demás: “Todo lo que quieran que les hagan los demás, háganselo ustedes a ellos”. Pidamos al Señor, en este día que nos ayude a vivir en este tiempo de Cuaresma la actitud del testimonio.

 

Actitud: Testimonio.

 

Reflexionemos:

¿Damos testimonio de Dios con nuestra vida?, ¿tratamos a los demás como queremos que ellos nos traten?

 

Oremos:

Enséñanos, Señor, a cooperar cada día contigo en la búsqueda de nuestro bienestar y el de nuestros hermanos. A tomar parte activa del Reino siendo testimonio de entrega, amor, cuidado y servicio hacia todos aquellos que están a nuestro lado. Amén.

 

Recordemos:

El testimonio nos lleva a ser presencia de Dios para los demás.

 

Actuemos:

Solidaricémonos en este día con alguna persona que pase alguna necesidad personal, espiritual o material.

 

Profundicemos:

La cuaresma nos invita a testimoniar con nuestra vida el amor y la misericordia de Dios hacia los demás. A ser signos creíbles de su predilección y ternura, hacia cada uno de nosotros (Libro: Cuaresma, camino hacia la Pascua).

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