24 de Octubre

“A esta hija de Abrahán, ¿no había que soltarla en sábado”

(Lucas 13,10-17)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

En el evangelio de hoy, Jesús cura en sábado a una mujer que lleva viviendo encorvada muchos años; una mujer humillada, con el cuerpo y la cabeza siempre mirando al suelo, sin poder ir por la vida con el cuerpo erguido y la frente levantada. Son los signos externos y visibles del sometimiento y de la humillación. Pero, en cuanto Jesús vio a la mujer inclinada y, por eso mismo humillada, inmediatamente, sin que la mujer se lo pidiera, por más que fuera sábado y en plena sinagoga, Jesús la curo. Jesús trasciende el legalismo, y se dispone a liberar de ataduras.

Una vez más, Jesús se manifiesta como señor del sábado y nos muestra el aspecto liberador de su misión. Él ha venido a liberarnos de ataduras que no se dejan actuar, que no nos dejan crecer y que no nos dejan amar.

 

Reflexionemos: ¿Tenemos la apertura necesaria para reconocer que Jesús puede seguir realizando prodigios de misericordia para con nosotros?

 

Oremos: Señor, líbranos de una religión envejecida por la rutina y concédenos vivir cada día la novedad de tu Evangelio. Amén. 

 

Recordemos: El Misionero Antonio María Claret, nos dice: ¡El Reino nos urge a anunciar buenas nuevas que dignifiquen y liberen! ¡No tengamos miedo!

 

Actuemos: ¿Cuál sería tu propósito para hoy?

 

Profundicemos: El Papa francisco dijo que la Iglesia se parecía a esta mujer condenada a vivir con parálisis. Muchos se oponen a que haya reformas y cambios profundos en la Iglesia. Imponiendo sobre ella el peso de la tradición y de la ley.

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