“Señor, enséñanos a orar como les enseñó Juan el Bautista a sus discípulos”
(Lc 11, 1)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
El evangelio de este domingo nos ayuda a entrar en profunda sintonía con la petición que uno de los discípulos presenta a Jesús: “Señor, enséñanos a orar”. Petición que cada uno de nosotros lleva en lo más profundo de su corazón y que expresa nuestro deseo de aprender a comunicarnos cada vez más mejor con Dios. Jesús responde a dicha necesidad, invitándonos a reconocer en primer lugar, a Dios como Padre. Un Padre que nos da no solo el alimento cotidiano sino que también nos enseña a perdonar como Él nos perdona. Luego, nos recuerda que la oración necesita no solo de confianza sino también de compromiso y perseverancia: “Pidan, y recibirán; busquen, y encontrarán; llamen a la puerta, y les abrirán”. Pidamos al Señor en este día la gracia de aprender a orar al Padre como él, y abrirnos cada vez más a la acción de su Santo Espíritu.
Reflexionemos: ¿Cómo es nuestra oración?, ¿somos perseverantes en ella?
Oremos: Danos, la gracia, Señor, de aprender a dirigirnos como tú a Dios cada día con confianza. A salir de nuestras comodidades, para pedir, buscar y llamar cuando sea necesario. Amén.
Recordemos: La oración nace del profundo deseo que tenemos de comunicarnos con Dios.
Actuemos: Reservemos un espacio especial en nuestra jornada para entrar en oración y dirigirnos a Dios Padre con confianza.
Profundicemos: Jesús nos enseña que la mejor manera de orar, es dirigirnos a Dios como nuestro Padre del cielo (Libro: Padre Nuestro. Itinerario espiritual).