Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco, ellas me siguen y Yo les doy vida eterna
(Juan 10, 22-30)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Jesús se presentó a Sí mismo como el enviado del Padre, no solo en sus enseñanzas y su manera de vivir sino también en las acciones misericordiosas que en nombre del Padre realizaba; los judíos que no creían en El, lo acosaban insistiéndole que les declarara si era o no el Mesías. Pero Jesús, aun sintiendo su arrogancia, con gran bondad les hacía ver que quienes lo aceptan como su pastor, escuchan su voz y viven una relación de amor con El siguiendo sus pasos con alegría.
Los que tenemos la dicha de seguir a Jesús encontramos en El nuestra total seguridad porque Él está siempre con el Padre y quien podrá arrebatarnos de su mano santa? Jesús está siempre unido al Padre y todo lo que hace, lo realiza en comunión con el Padre y es esto lo que le hace verdaderamente feliz; porque el Padre y Jesús son uno solo.
Reflexionemos: ¿En mi relación con Jesús me dejo guiar por Él, o decido y actúo como si todo dependiera solo de mí? ¿Me siento feliz de pertenecer a Jesús y ser parte de su rebaño?
Oremos: Jesús Pastor bueno, quiero escuchar tu voz y seguir tus pasos; Tu eres mi seguridad y mi alegría. Amén.