2 de febrero

“Mis ojos han visto la salvación”

(Lucas 2,30)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Profecía de Simeón y Ana

María y José llegaron al templo para cumplir la disposición de la Ley, allí estaban Simeón, hombre justo y piadoso y la profetisa Ana. Los dos de avanzada edad, cuya ilusión era la venida del Señor, lo esperaban, con mucha fe, y oración. Querían verlo.

Movidos por el Espíritu Santo se acercan a José María y el niño. Le reconocen y de hecho Simeón, feliz de ver a Jesús, proclama un hermoso himno. «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.»» y La profetiza Ana alababa a Dios y hablaba del niño a los que esperaban la redención.

Cuántas veces hemos olvidado lo importante que es el pensar como nos presentaremos a Dios y cuan hermoso es ayudar a otras personas a acercarse a él.

 

Reflexionemos: José y María según lo previsto por la ley, presentan a Jesús en el Templo. Cada uno de nosotros estamos en este mundo con una vocación y misión específica, que Dios nos ha encomendado. ¿Estamos listos para presentarnos a Dios, conscientes de habernos entregado a los demás desde la vocación recibida?

 

Oremos: Señor; te damos gracias por las personas que se han consagrado a ti, para quienes eres el centro y la razón la de su vida. Amén. 

 

Recordemos: Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción. 

 

Actuemos: Presentémonos a Dios y a los demás por medio de nuestra fe y buenas acciones.

 

Profundicemos:  El Señor, Dios del universo. Él es el Rey de la Gloria. Sal 23 (Libro: Al eco de su voz renace la esperanza).

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