14 de septiembre

 

“¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!” (Lc 7, 14)

 

Hoy el evangelio nos lleva a la ciudad de Naín para ser testigos del poder de Jesús sobre la muerte. Igualmente para percibir la realidad de dolor y sufrimiento que vivían las viudas cuando perdían a su único hijo, quedando sin una persona que no solo velará por ellas, sino que también las representará ante la sociedad. Dos realidades que nos permiten ver de cerca la compasión que Jesús siente hacia esta madre que con la muerte de su hijo, había perdido todas sus seguridades: Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: “No llores”. Consciente de esta penosa situación de la mujer, Jesús supera además toda prescripción religiosa de purificación, para acercarse al ataúd, tocarlo y entregarle con vida el hijo a su madre: “¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!”.  Gesto que no solo desconcierta el corazón de la madre sino también el de todos aquellos que la acompañaban: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo”. Como Jesús, nosotros también estamos llamados a solidarizarnos con el dolor de tantas mujeres que lloran la pérdida de sus hijos, a entrar en comunión con sus necesidades y acompañarlas en su sufrimiento. Pidamos al Señor, en este día la gracia de vivir como él, este llamado.

 

Reflexionemos:

¿Qué nos enseña la actitud de compasión de Jesús hacia la viuda de Naín?, ¿cómo podemos solidarizarnos con las viudas de nuestro tiempo?

 

Oremos:

Acoge, Señor, en este día el dolor y el sufrimiento de tantas mujeres que han perdido a sus hijos y no tienen quien vele por ellas. Dales la fortaleza necesaria para seguir adelante su camino y encontrar apoyo en quienes están a su lado. Amén.

 

Recordemos:

Jesús se compadece del dolor y la realidad de sufrimiento de las mujeres.

 

Actuemos:

Solidaricémonos en este día con alguna mujer que se encuentre sola y pase dificultad.

 

Profundicemos:

La muerte de un hijo no es una realidad fácil de comprender ni de aceptar. Aprender a vivirla de la mano de Dios, hace posible renacer a una vida de paz y esperanza (Libro: Resurgir tras la muerte de un hijo).

 

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