“Dichosos los pobres. ¡Ay de ustedes los ricos!”
( Lucas 6, 17. 20-26)
Permitamos que la Palabra del Señor toque nuestra vida.
El seguimiento de Jesús es un camino que lleva hacia la plenitud y se recorre con alegría, porque tenemos la certeza de que El no solo camina con nosotros, sino que está dentro de nosotros y a través de su Espíritu siembra en nuestro corazón sus mismos sentimientos, para prolongar en nosotros su manera de amar y de vivir.
Por ello, al presentar el proyecto de vida que él quiere seguir viviendo en nosotros, nos declara `dichosos`, porque su camino nos lleva directo a la felicidad en medio de cualquier situación nos encontremos, ya sea de pobreza, maltrato, enfermedad, soledad o cualquier otra expresión de sufrimiento o impotencia. Justo en estas circunstancias, es Jesús mismo quien vive, ama, muere y resucita en nosotros; y esta identificación que El con nosotros es fuente de una alegría interior tan profunda que supera cualquier otra alegría humana.
Reflexionemos:
¿Cómo siento en mi vida las bienaventuranzas? ¿He experimentado alguna de ellas en modo particular? ¿Cuál? ¡Señor Tú eres la fuente más segura de nuestra felicidad!
Oremos:
Señor gracias porque nos llamas a ser felices y en todo lo que nos acontece día a día estás buscando nuestra felicidad; ayúdanos a experimentar el gozo de hacer tu voluntad. Amén
Recordemos:
“Dichosos los pobres, porque el reino de Dios es para ustedes. Dichosos los que ahora pasan hambre, porque tendrán alimento en abundancia. Dichosos los que ahora lloran, porque reirán”
Actuemos:
Acepto con alegría cualquier contrariedad o sufrimiento porque estoy seguro que a través de todo ello Dios Padre bueno está buscando un mayor bien para mí.
Profundicemos:
Dichosos cuando los hombres los odien, los excluyan de su compañía y los insulten, y aun rechacen su nombre como infame por causa del Hijo del hombre. Alégrense ese día y salten de júbilo, porque en el cielo les tienen reservado un gran premio.”