¿Quién dio a Juan el Bautista el encargo de bautizar, Dios o los hombres?”.
(Mateo 21, 25)
Permitamos que la Palabra del Señor toque nuestra vida
La liturgia diaria es nuestra guía espiritual más segura, hoy nos pone en guardia ante la ambigüedad e hipocresía de aquellas personas que se creen justas porque cumplen ciertas normas religiosas, pero no buscan a Dios con corazón sincero.
Después de que Jesús ha expulsado a los vendedores del templo, vuelve a él como a su propia casa y se pone a enseñar a la gente como solía hacer siempre. Los sumos sacerdotes y ancianos que están irritados con su manera de actuar, se acercan y le preguntan: ¿Con qué autoridad Tú haces estas cosas? Jesús conociendo las intenciones de su corazón, antes de responderles les hace otra pregunta, ¿Quién dio a Juan el Bautista el encargo de bautizar Dios o los hombres? Si le responden, les dirá abiertamente, con qué autoridad actúa Él.
Pero las autoridades religiosas que buscan solo sus propios intereses, callan hipócritamente; Y Jesús que deseaba ayudarles a buscar lo que Dios quiere, no pudo transmitirles la Verdad de Dios. Cuidémonos de toda hipocresía y dureza de corazón, no sea que como estos, quedemos ahogados en nuestras tinieblas. Abramos nuestro corazón a la presencia salvadora del Señor y acojamos con gozo su modo divino de relacionarse4 con las personas con sabiduría y prudencia, desde el Espíritu Santo que le guía siempre en el cumplimiento de la voluntad del Padre.
Reflexionemos:
Preguntémonos: ¿Yo, busco con corazón sincero la voluntad de Dios? ¿Mi relación con las personas es sincera y transparente? ¡Señor no permitas que los intereses egoístas oscurezcan mi corazón y mi vida!
Oremos:
Maestro bueno, que eres el Camino, la Verdad y la Vida, ayúdanos a acoger de corazón Tu Luz, a seguir con alegría tus pasos y amarte de todo corazón, por encima de cualquier interés humano. Amén.
Recordemos:
Jesús nos dice: “No el que dice Señor, Señor, sino el que busca la voluntad del Padre entrará en el Reino de Dios”
Actuemos:
Hoy y cada día quiero examinar las intenciones de mi corazón para buscar con rectitud lo que Dios quiere de mí en cada momento.
Profundicemos:
Virtudes necesarias para el verdadero éxito: templanza, silencio, orden, resolución, laboriosidad, sinceridad, justicia, moderación, tranquilidad, castidad y humildad’ (Benjamín Franklin).