11 de abril

“El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano” 

(Jn 3, 31-36)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

La Palabra coloca en evidencia la relación entre el Padre y el Hijo que se derrama como gracia para quienes somos alcanzados por este don; por misericordia fruto de la conversión, por vocación fruto de la consagración, del ministerio, del matrimonio. Así se teje en la realidad cotidiana la gracia de la cual hoy el evangelista Juan nos hace partícipes en la Palabra. La realidad entre el don humano y el don divino es la gracia de la cual nos ha hablado el Hijo: “de lo que ha visto y ha oído da testimonio”, y este dinamismo no fue aceptado y provocó el misterio de la muerte que lo llevó a la glorificación.

El caminar pascual en torno a la experiencia de la Resurrección conduce los pasos del discípulo hacia la verdad que será guiada e iluminada por el don del Espíritu, quien dará testimonio de la verdad ya revelada en el Hijo: “el Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en sus manos”. Recordemos que esta experiencia de comunión y relación profunda en el ambiente del Triduo Pascual se vivió en torno a la oración de Jesús y la aceptación del proyecto del amor del Padre, según la narración del evangelista Juan, fue una experiencia profunda, contemplada en la soledad de la noche, sin embargo, confirmó lo que había sido el proyecto de su vida: “El que Dios envió habla las palabras de Dios”, es decir, se configura, lo hace suyo y por él da la vida misma. En la vida bebemos del cáliz en el cual hemos creído y hemos hecho nuestro.

 

Reflexionemos: La relación del Padre y el Hijo, y la acción del Espíritu Santo, da testimonio de una comunión de relaciones que se teje en el misterio de la vida, de la entrega mutua y recíproca, aspecto que contemplaremos en este tiempo pascual. También en nuestra vida estamos llamados a tejer unas relaciones interpersonales profundas que den testimonio de la vida y la complementariedad en nuestras acciones.

 

Oremos: Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida, nos conduces hacia el amor del Padre y la gracia de la Pascua, hacia el don del Espíritu, desciende con abundancia de gracias en el corazón de tus hijos. Amén.

 

Actuemos: Preguntémonos, ¿en el mundo de mis relaciones qué tanto vivo la comunión que caracteriza al Padre y al Hijo?

 

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