10 de abril

“Dios envió a su Hijo para que el mundo se salve por Él” 

(Jn 3, 16-21)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

El gozo de la celebración pascual que hemos vivido en la gran noche de vigilia nos llevó a hacer experiencia de esta realidad colocada hoy en evidencia: pasar de las tinieblas a la luz, pero este paso no ha sido posible sin la persona de Jesús, quien ha venido al mundo como enviado de su Padre y con una misión específica, la salvación de la humanidad. De ahí, que la misión del Hijo de Dios haya sido luz a través de su obras y palabras.

Después que Juan proclama el mensaje salvador y redentor de Jesús, coloca a la base de la experiencia del discípulo la dimensión de su fe a través de la realidad del creer, es decir, la aceptación de la luz. El contraste es fuerte, sabemos para los coterráneos de Jesús lo que implicó su presencia en medio de ellos, de hecho, Jesús lo dijo: “nadie es profeta en su tierra”, es decir, “la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz”, y el texto es fuerte según el evangelista: “porque sus obras eran malas”. En la dimensión de la vida la fuerza de las tinieblas es mucho más fuerte e intimidante que la misma luz porque la oscuridad quita la claridad, introduce a la persona en una sensación de extravío y se necesita conocer muy bien el camino, tener mucha seguridad para caminar en la noche, porque la persona va siguiendo instintivamente el camino. En cambio, quien hace el camino en la luz difícilmente se confronta con la incertidumbre porque la luz le permite ver el horizonte, realidad que no es posible en la noche; el caminante debe tener certeza del camino aunque no lo ve, precisamente esa es la experiencia de la fe, no se trata tanto de ver cuánto de tener la certeza interior, que no viene de sí mismo, sino de la experiencia de quien ha visto y está cierto porque cree.

 

Reflexionemos: En nuestra vida podemos correr el riesgo de quedarnos caminando en la oscuridad de la tiniebla porque el ritmo de la vida nos ha acostumbrado a ella, sin embargo, la novedad de la luz no siempre es perceptible, aún más cuando ella quema, es decir, vuelve la mirada a Dios, según sus obras.

 

Oremos: Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida, tú eres la luz que acompaña el horizonte de mi existencia en medio de las oscuridades que salen a mi encuentro en la cotidianidad de mi vida. Que la gracia de la luz acompañe las obras y me guíen hacia la luz de tu verdad. Amén.

 

Actuemos: ¿Qué circunstancias de mi vida personal siento que aún las camino en la oscuridad de las tinieblas?, y ¿qué realidades percibo son iluminadas por la luz, especialmente la luz de la Resurrección?

 

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