11 de diciembre

“Hoy hemos visto maravillas”

(Lc 5, 17-26)

El evangelista Lucas presenta para nosotros hoy un relato que corresponde a la vida pública de Jesús en el desarrollo de su misión. Al final del relato el autor sagrado coloca esta afirmación: “Hoy hemos visto maravillas”, después de haber sido testigos del milagro que había realizado con el hombre paralítico. El tiempo de adviento es el tiempo privilegiado que prepara y dispone el corazón verdaderamente para contemplar las maravillas, el don de la Encarnación del Hijo de Dios en la humanidad, y vivir esta experiencia requiere de nuestra parte la fe de los hombres que llevaron al paralítico para ser curado. El autor sagrado no describe el deseo del paralítico de ser sanado, pero sí despierta nuestra atención el texto al imaginar todo lo que los hombres hacen por ver sano al paralítico. La fe no es solo experiencia personal, sino también certeza comunitaria que al unirse transforma. La forma como el texto describe la creatividad de los hombres para colocar al enfermo delante de Jesús es lo que salva al paralítico, pero a la vez el paralítico es el instrumento para que fariseos y maestros de la ley contemplen quién es el Hijo de Dios, que vino a liberar. El poder de Jesús actúa a través del paralítico, el milagro realizado que lo libera de la enfermedad y la marginación social se da gracias a los hombres que tienen la certeza que el Hijo del hombre perdona los pecados y cura. Por tanto, las maravillas que contemplaremos en la celebración del misterio del “Dios con nosotros” no se trata solo de un acontecimiento más en el ritmo del tiempo, sino de la fuerza transformadora, capaz de suscitar tanta creatividad en las condiciones que nos paralizan, que nos devuelve a la certeza del camino.

 

Reflexionemos: En el caminar de mi vida cristiana me pregunto si quiero y puedo ser uno de los hombres de los que habla el Evangelio, que hace lo imposible para que la gracia de Dios acontezca en las personas que hoy viven sus propias parálisis.

 

Oremos: Padre bueno y Dios de la vida, concédeme la gracia de una fe activa para salir de mis propias parálisis, pero a la vez la creatividad de la fe para llevar a quien vive en parálisis a la experiencia del perdón y la curación de Jesús.

 

Actuemos: Que gestos o acciones concretas vivo, así como las de los hombres del Evangelio, que ayuden a transformar las parálisis de quienes las padecen cerca de mí, en mi comunidad de fe.

 

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