“Cuando levanten en alto al Hijo del hombre, sabrán que ‘Yo soy’”
(Jn 8, 21-30)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Los opositores le siguen preguntado a Jesús: “¿quién eres?”; no logran comprender quién es Jesús, porque en su mente sigue presente que el Mesías debe ser otro y no aquel hombre que vive con ellos. Jesús se sigue revelando al decir enfáticamente: “Yo soy”. Y esta revelación sigue presente hasta el Misterio Pascual. Pero ellos siguen sin creer, continúa la resistencia que se manifiesta en la crítica, en las preguntas que lo juzgan y en el silencio incrédulo y apático de la incomprensión. Hay un grupo de los que están allí, que sí llegan a creer. Los que no creen, viven en el pecado, porque niegan la vida y “morirán en su pecado”; todos tenemos sed de una vida plena, de infinito, de eternidad, pero tenemos la libertad de escoger entre creer o no creer. Eso define nuestra vida. El creer nos abre a la confianza, a abrazar la misericordia y el amor gratuito de Dios.
Reflexionemos: Los que se convirtieron en el texto del evangelio, son los que lo escucharon, los que se dejaron cautivar por su Palabra. Es bueno preguntarnos: ¿En qué creo? En lo que creo, ¿da sentido a mi vida y toca realmente mi corazón?
Oremos: Señor Jesús, tú eres todo para mí. Con tu presencia constante llenas mi vida de inmensa alegría. Con tu ejemplo me invitas a depositar en el Padre todo mi amor y mi confianza. Amén.
Actuemos: Si creo en Jesús, debo testimoniarlo con mi propia vida. Realizo actos donde mi vida revele mi compromiso cristiano.
Profundicemos: “Yo soy”. Este nombre constituye también el fundamento de la nueva Alianza. Jesucristo dice a los judíos: “Yo y el Padre somos uno” (Jn 10, 30). “Antes de que Abrahán existiera, yo soy” (Jn 8, 58). “Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabrán que yo soy” (Jn 8, 28).
📑 Recomendado: Esperanza para todos