“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”
( Jn 6, 41-51)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Nuestra fe es dinámica, por eso crece en la medida en que nos alimentamos de Cristo y fortalecemos nuestros lazos de amistad con Él, acogiéndolo como el Don mismo que nos hace el Padre para concedernos la vida verdadera.
Frente a la manifestación de Jesús al decir: “Yo soy el pan bajado del cielo”, muchos murmuran y lo rechazan porque no entienden sus palabras; y Jesús movido por un amor verdadero sigue buscando la forma de que entendamos la grandeza del don que nos hace el Padre: “No critiquen. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado”. Detengámonos en esta expresión, “atracción”, es decir que el Padre nos lleva a una mayor intimidad con el Hijo, nos concede el don de la fe para entrar en comunión con Jesús, el Verbo encarnado, que ha asumido nuestra vulnerabilidad humana para alimentarnos con su propia carne, para nutrirnos con su propia existencia. Vida que ha recibido de Dios y de quien tiene el pleno y total conocimiento. Vida que nos ofrece para que alcancemos la felicidad eterna viviendo en Dios y Él en nosotros: En verdad, en verdad les digo: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida.
Preguntémonos: La mayor gracia que Dios Padre nos ha concedido es la vida donada de su Hijo Jesucristo, que se ha hecho nuestro alimento para ser un solo cuerpo en Él. Preguntémonos: ¿Cuándo asisto a la celebración de la Eucaristía soy consciente que participando de este sacramento el Señor me purifica, me restaura y me vivifica para alcanzar la santidad a la que he sido llamado?
Oremos: Jesús Verbo encarnado del Padre, vive en mí para acoger con fe tu sagrada presencia en el pan eucarístico como mi alimento espiritual. Amén.
Actuemos: Me esforzaré por tener mayor amor al sacramento de la Eucaristía.
Recordemos: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo”.
Profundicemos: “Yo soy el pan que ha bajado del cielo”. “Yo soy”, con las mismas palabras con las cuales Dios se presenta, al comienzo de la historia de la salvación, Jesús manifiesta el deseo divino de renovar la alianza de amor con el hombre, para ser alimento, es decir, sostén a lo largo del camino que tiene como meta el Cielo” (Benedicto XVI).
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