“No serán ustedes los que hablan, sino el Espíritu de su Padre”
(Mt 10, 16- 23)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Jesús, después de haber confiado a sus discípulos su misma misión indicándoles también su propio modo divino de acercarse a las personas, hoy les ofrece un don particular que los identificará más plenamente con Él: “miren que los envío como ovejas en medio de lobos; los entregarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas y serán llevados ante los reyes por mi causa para que den testimonio de mí”.
Enviados a evangelizar a una sociedad injusta, precisamente por ello serán atacados por quienes no quieren perder sus privilegios. Ya desde el anuncio de las Bienaventuranzas Jesús había dicho: “¡Serán felices cuando los perseguirán por mi causa!”.
Pero lo más bello de esto es la seguridad que Jesús les da cuando les asegura que será el Espíritu del Padre quien hablará en ellos. ¡Qué consolación para quienes somos hoy enviados del Señor! El Espíritu del Señor habita en nuestro corazón y será Él quien hablará y actuará cuando seamos perseguidos o rechazados por su causa. Gracias, Señor, porque actúas a través de nosotros.
Preguntémonos: ¿Siento que la presencia del Espíritu que me habita, será la fuente de seguridad y de gozo en cualquier momento de incomprensión y sufrimiento en mi seguimiento del Señor? ¿Estoy dispuesto a aceptar con fortaleza y esperanza las dificultades que vendrán en la vivencia y comunicación de mi fe?
Oremos: Amado Jesús, mi Señor y salvador, te doy gracias porque donándonos tu Santo Espíritu, nos capacitas para vencer cualquier dificultad que encontremos en nuestro seguimiento de ti y en la misión que nos confías. Ayúdanos a ser dóciles a sus inspiraciones. Amén.
Actuemos: En los momentos de incomprensión y rechazo a causa de mi fidelidad al Señor, reconozco la presencia de su Santo Espíritu en mi corazón, me apoyo y confío en Él.
Recordemos: “Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ese se salvará”.
Profundicemos: “Hoy resulta importante recordar que en medio de las dificultades podemos encontrar siempre al Señor, que vivió nuestras flaquezas y sufrió el rechazo social y por eso, quienes seguimos al Señor, no deberemos usar el poder de Dios para evitar ‘incomodidades’ y sostenernos en una zona de confort” (San Juan Bosco).
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