10 de julio

“Vayan a las ovejas descarriadas de Israel”

(Mt 10, 1-7)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Hoy el Evangelio nos deja ver un segundo llamado de Jesús a sus discípulos. Nos impacta de inmediato el hecho de que Jesús los llama por su nombre, acoge a cada uno tal como es, con su identidad. Pero, además, es Jesús quien elige a cada uno y no ellos quienes lo eligen a Él, como era costumbre entre los judíos. Además, nos llama la atención que Jesús los envía de dos en dos, esto nos dice que la misión se asume personalmente, pero se realiza en la comunidad.

El modo de actuar de Jesús está cargado de novedad, además de ser elegidos por Él, antes de enviarlos, les comunica su mismo poder: liberar de espíritus inmundos y de sanar toda clase de enfermedad y dolencia. ¡Qué hermoso ver cómo Jesús no retiene para sí el poder recibido de Dios, lo comparte con quienes llama a dar continuidad a su misión!

Un último detalle que nos edifica es el hecho de que Jesús advierte a sus enviados que no comiencen evangelizando a los pueblos gentiles, sino que se dirijan primero a las ovejas descarriadas de Israel; comenzar por los más cercanos es el modo con el cual Jesús inaugura en este mundo el Reinado de Dios.

 

Preguntémonos: ¿Alcanzo a percibir la novedad del modo cómo Jesús llama y ejerce la misión? ¿Logro percibir que, como bautizado, yo también fui llamado a ser apóstol y recibí los dones que Jesús dio a sus primeros enviados?   

 

Oremos: Gracias Jesús, porque también hoy sigues llamando apóstoles a quienes confías tu misma misión. Da a todos tus llamados la gracia de responder fielmente, para que a través de ellos continúes salvando a los hombres y mujeres de hoy. Amén.

 

Actuemos: Quiero asumir la misión a que el Señor me llama como su discípulo y trabajar unido a los hermanos de mi comunidad parroquial. 

 

Recordemos: “No vayan a tierra de paganos, sino a las ovejas descarriadas de Israel y proclamen que ya ha llegado el Reino de Dios”.

 

Profundicemos: “Jesús es el enviado lleno del Espíritu del Padre. Ungidos por su mismo Espíritu, también nosotros somos enviados como mensajeros de paz. ¡Cuánta necesidad de paz tiene el mundo de hoy y nosotros somos los testigos de la paz!” (Papa Francisco).                                            

 

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