“Bienaventurados los pobres en el espíritu”
(Mt 5, 1-12)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
¿Bajo qué criterios valoramos la realidad y la vida? Jesús nos ofre- ce las bienaventuranzas como una medida. Ellas dejan al descu- bierto la raíz de toda injusticia y corrupción, que proviene del he- cho de considerar dichoso al rico y al poderoso que dominan a los demás. Si este es el filtro con que valoramos la vida, claramente solo se agravarán los males que afectan al mundo. Los pobres no son bienaventurados por su pobreza, sino porque Dios se pone de parte de ellos, los elige como sus preferidos y principales destinatarios de la Buena Noticia. Las bienaventuranzas son el reflejo del alma de Jesús. Son el retrato de su Persona. Él vivía lo que decía. Por eso predicaba con autoridad y arrastraba a las multitudes tras de sí. Las bienaventuranzas no son solo promesas para esperar, son todo un programa de vida para reformar esta tierra. Como cristianos estamos llamados a testimoniar este mensaje, viviéndolo en la sencillez y cotidianidad de nuestra vida, dejando a Dios la posibilidad de iluminar al mundo con la luz que emane de nuestras vidas.
Tomado de: La Palabra, Pan de vida. Comentario al Evangelio diario 2024, Paulinas – Comentarios: Raúl Enrique Castro Chambi, S.J. y Carlos Cardó, S.J.
Preguntemos: ¿Pongo en las manos de Jesús todas mis pobrezas? ¿Cómo resuena en mí la promesa de vida? ¿En dónde se encuentran mis bienaventuranzas?, ¿me identifico con ellas o estoy lejos de reconocerlas?
Oremos: Señor, nunca olvidaré ese día, sentado junto a ti, entre tus amigos. Tus palabras han cambiado mi vida. Deseo recibir ese don del Reino de Dios y participar activamente en él. Por eso necesito que cambies muchas cosas en mi vida: mi corazón no es el de un pobre, y tendría que serlo; tú sabes que paso de largo ante el dolor y el llanto incluso de muchas personas que están cerca de mí, necesito un corazón compasivo; sabes que me desentiendo de muchas situaciones conflictivas, porque tengo miedo de luchar por la verdad y la justicia, necesito ese coraje profético que tú tienes; sabes que mi mirada no es limpia ni transparente, por eso necesito la claridad de tu mirada. Cómo me gustaría que la gente que entrara en contacto conmigo y con los cristianos de mi comunidad, al vernos, exclamara: ¡anda! ¡Cómo se parecen a Jesús! su mirada, sus sentimientos, su lucidez, su talante firme y pacífico… Señor, toma mi barro, toma nuestro barro, y moldéalo otra vez para que se llene de vida, de tu Vida: una vida que rezume Reino de Dios. (Josep Baquer, sj).
Actuemos: ¿Me animo a compartir con los demás sencilla y humildemente las enseñanzas de Jesús? ¿Doy testimonio de vida con lo que soy y tengo en medio de mi pequeñez? ¿Agradezco a Dios por todo lo que me ha regalado aún en los momentos difíciles?
Recordemos: Jesús en su enseñanza nos propone otra clase de felicidad, una felicidad que es única, que abarca la búsqueda de Dios, la vida misma y una vida en plenitud con total sentido profundo y acogedor.
Profundicemos: Las bienaventuranzas iluminan las acciones de nuestra vida cristiana y revelan la presencia de Dios en lo que verdaderamente nos llenan de gracia. Hay circunstancias que son difíciles de entender, en ocasiones creemos que todo está perdido, sin embargo, Dios conoce cuanto podemos dar y confía en nosotros.
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