“Fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios”
(Mc 16, 15-20)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Hoy celebramos la solemnidad de la Ascensión del Señor al cielo, y esta no es la despedida de este mundo, al contrario, es el comienzo de un nuevo modo de presencia del Señor. En este texto está el comienzo de la actividad evangelizadora universal, es por ello que la Ascensión y la misión están estrechamente unidas y el Señor exaltado coopera activamente en la evangelización. En ese momento los discípulos no estaban todavía preparados para la misión, algunos aún tenían incredulidad, miedo y terquedad, no parecían los mejores discípulos, sin embargo, el Señor los había elegido. Así nos pasa a nosotros, aunque no lo expresemos, somos tercos e incrédulos, pensamos que evangelizar es cosa de los sacerdotes, los consagrados y algunos laicos comprometidos, de gente más preparada… y estamos equivocados, todos somos discípulos y misioneros, embajadores de Jesús, enviados a realizar el reino de Dios en todo el mundo, por eso hoy también es una fiesta de comunicación y proclamación: “Vayan y anuncien el evangelio a toda la creación”.
Reflexionemos: Esta fiesta de la Ascensión del Señor, nos envía a proclamar su Evangelio a toda la creación mientras estemos en esta tierra; pero también nos habla de la vida eterna que nos espera a todos.
Oremos: Señor Jesús, haz que vivamos nuestra vida conscientes de nuestra vocación en el mundo y de nuestro destino final. Amén.
Actuemos: En el día de hoy me acercaré a alguien de quien haya estado alejado y compartiré con él mi fe y mi esperanza.
Recordemos: “Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio a toda la creación”.
Profundicemos: Gracias Señor, porque con tu Ascensión al cielo, renuevas en mí la vocación, me envías a comunicar tu Evangelio, pero también me recuerdas que nací para la eternidad.
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