El que permanece en mí y Yo en Él produce mucho fruto
(Jn 15, 5)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
En las últimas enseñanzas de Jesús, encontramos la preciosa metáfora de la vid. Ante todo vemos cómo Jesús afirma que Él es la vid verdadera cultivada por el Padre. Luego dice que Él es la vid y las ramas somos sus discípulos: “Yo soy la Vid, ustedes los sarmientos”.
Hasta ahora Jesús había expresado en muchos modos su identificación plena con el Padre y la comunión intima que vive con Él. Al decir: “Yo soy la Vid y ustedes los son las ramas”, ¿Qué quiere decirnos?, ¿hacia dónde quiere llevarnos? Jesús está incluyendo a sus discípulos en el círculo divino de la comunión trinitaria. ¿No es increíble? Jesús se ha unido de tal forma a nosotros que nos considera parte de su vida, pues una vida sin ramas no es vid.
Reflexionemos: De este modo Jesús nos deja entender, que nos ha asumido como parte de su vida. Somos parte suya, nos pertenecemos recíprocamente. ¿Cómo sientes tú esta incomparable realidad? ¿A qué te sientes llamado hoy? Ahora podemos entender mejor porque Jesús repite una y otra vez esta suplica: “permanezcan en mí, como Yo en ustedes”, porque los frutos de salvación que trajo al mundo, acontecen en nosotros y son para nosotros.
Oremos: Gracias Señor, por tanto amor, permíteme experimentarlo en cada momento de mi vida, refugiarlo en mi corazón y jamás dejar que se vaya de mí. Amén.