11 de mayo

Como el Padre me ha n el mismo amor El que permanece en mí y Yo en Él, ese da mucho fruto

(Jn 15, 9-11)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Cada palabra de este evangelio es un destello del amor que Jesús encendió en este mundo. Tratemos de acogerlas en actitud contemplativa: “Con el mismo amor que el Padre me ama a mí, dice Jesús, Yo te amo a ti. Permanece en mi amor”. Coloca tu nombre a esta frase y repítela unos instantes en tu corazón…

Y continúa Jesús: “Si guardas mi mandamiento, permanecerás en mi amor. Así como Yo guardo el mandamiento de mi Padre y permanezco en su amor”… El Maestro  repite dos verbos que expresan actitudes muy concretas: Guardar, es decir, poner en práctica, vivir y permanecer, es decir, detenerse, saborear, gustar. ¿Cómo resuenan en mi corazón estas palabras?

Se trata de guardar el único mandamiento que Jesús nos dejó: “ámense entre ustedes como los he amado Yo”. El amor fraternal que nos pide Jesús, es el fruto del amor que recibimos de Dios. Entonces sí podremos permanecer en su amor y ser felices de verdad. ¡Ayúdanos Señor a permanecer en tu amor! 

 

Reflexionemos: ¿Será que tú y yo estamos dispuestos a acoger todo el amor que Jesús nos da? Solo si acogemos su amor seremos capaces de amar a los hermanos como somos amados por Él.

 

Oremos: Gracias, Jesús, por hacernos partícipes de la vida íntima de Dios. Qué privilegio tan sublime! ¡Somos de rango divino, consanguíneos de Dios! No hay felicidad más grande que pertenecerte a ti Señor. ¡Ayúdanos a permanecer en tu amor! Amén.

 

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