“Él no es un Dios de muertos sino de vivos”
(Lc 20, 38)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
El evangelio de este domingo nos pone de frente a la postura que tenían los saduceos sobre la resurrección. Los saduceos eran uno de los grupos religiosos descendientes de las clases aristócratas y sacerdotales, presentes en el tiempo de Jesús, que a diferencia de los fariseos, no creían en la resurrección de los muertos ni en los ángeles. Por eso, en el evangelio de hoy retan a Jesús con el caso del hombre que murió sin dejar descendencia, para ver qué postura toma frente a la resurrección. Sin embargo, Jesús les deja claro que el Dios de sus padres no es un Dios de muertos sino de vivos. Pidamos al Señor, en este día, la gracia de reconocer en su resurrección la mayor verdad de nuestra fe y experimentar su presencia en todo lo que hacemos y nos rodea.
Reflexionemos: ¿Experimentamos en nuestra vida la presencia y la acción del Resucitado?, ¿cómo podemos comunicar a todos la alegría y la vida nueva que nos viene de él?
Oremos: Danos, la gracia, Señor, de reconocer y experimentar tu presencia siempre viva entre nosotros. De comunicar esta gran alegría a los demás. Amén.
Recordemos: Cristo Resucitado vive siempre entre nosotros.
Actuemos: Comuniquemos en este día el amor y la alegría del Resucitado poniendo en práctica una buena acción con quien lo necesite.
Profundicemos: Reconocer la presencia viva de Dios en la propia existencia, es darle siempre el primer lugar (Libro: Cuando me enamoré, te puse en primer lugar).