“Levántate, echa al hombro tu camilla y camina”
(Juan 5, 1-3a. 5-16)
Permitamos que la Palabra del Señor toque nuestra vida.
El evangelio nos cuenta hoy la sanación de un hombre paralitico. Normalmente eran los enfermos que buscaban o eran llevados a Jesús para que los sanara; este es el único caso en que Jesús busca al enfermo: va a la piscina donde esta los enfermos que esperan el movimiento de las aguas sanadoras. Se encuentra allí un hombre que llevaba 38 años paralizado; Jesús se le acerca y le pregunta con cariño: ¿quieres curarte?.
La pregunta puede parecer extraña; pero Jesús sabe porque la hace. Tal vez este hombre había intentado solo entrar en las aguas sanadoras y no había logrado, y había perdido hasta el deseo de sanar. Con su pregunta Jesús despertó este deseo, y él pudo expresar su profundo sentimiento de impotencia y soledad: «No tengo a nadie». Esta actitud humilde permitió que Jesús actuara en él: Levántate, echa al hombro tu camilla y camina. Y al instante comenzó a caminar.
Reflexionemos:
Es bueno preguntarnos: ¿Deseo de corazón ser sanado de las heridas que llevo en el alma y de todo lo que me esta robando la esperanza y alegría de vivir? ¿Soy abierto a quien desea ayudarme? señor sana mi mente, mi corazón y líbrame de mis parálisis.
Oremos:
Gracias señor, Tu nos buscas siempre donde estemos, porque quieres que vivamos y seamos felices; ayúdanos a confiar en Ti y a dejarte actuar en nuestra vida, Tú eres nuestro salvador. Amén
Recordemos:
Las autoridades judías le dijeron al que había sido curado: «¡Hoy es sábado! ¡No puedes cargar la camilla!». Pero él les respondió: «El que me curó me dijo que me echara al hombro la camilla y caminara». Entonces le preguntaron: «¿Y quien fue el que te dijo que te echaras al hombro la camilla y caminaras?». Pero el que había sido curado no sabia quién era, y Jesús había desaparecido entre el gentío que había en ese sitio.
Profundicemos:
En resumen, el evangelio nos invita a estar atentos a las iniciativas que el señor toma en favor nuestro para despertar nuestras energías de vida, librándonos de nuestras parálisis. No dejemos que los toques del señor queden infecundos en nosotros.