“A esta generación no se le va a conceder más milagro que el de Jonás”
(Lucas 11, 29-32)
Permitamos que la Palabra del Señor toque nuestra vida.
El Evangelio de hoy nos deja ver el profundo dolor de Jesús ante aquellos que por su incredulidad le exigen signos para probar su autoridad. A ellos Jesús les dice enérgicamente: “esta generación es una generación perversa; busca una señal y no le será dada otra señal que la señal de Jonás” (11, 29).
Y cuál ha sido el signo de Jonás? Jonás fue envido por Dios a invitar a los ninivitas a la conversión y fue mediación de la misericordia de Dios para con ellos casi contra su propia voluntad. Jesús en cambio lo hizo con adhesión libre y amorosa al Padre y se sintió feliz de haber venido al mundo para hacer resplandecer el mundo el rostro misericordioso de Dios. Y aceptó morir crucificado para mostrarnos hasta donde ha llegado la misericordia de Dios con nosotros. Entregar por ti y por mi a su Hijo.
La experiencia que nosotros hacemos de Dios es sentirnos amados como somos; perdonados sin medida sin condición: a Dios lo conocemos de verdad cuando experimentamos su misericordia.
Reflexionemos:
Preguntémonos: ¿He experimentado la misericordia del Señor cuando me he sentido equivocado, injusto, arrogante y pecador? ¿Qué es lo que me hace resistir y posponer mi conversión para mañana? Señor mío misericordia.
Oremos:
Gracias Jesús porque entregando tu vida por amor, derramaste a raudales sobre nosotros la ternura misericordiosa del Padre: haz que podamos acogerla con honda gratitud y dejarla circular allí donde nos encontramos. Amen,
Recordemos:
Los habitantes de Nínive se encararán en el juicio con esta generación y la harán condenar, porque ellos volvieron a Dios al oír la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más grande que Jonás”.
Actuemos:
En los momentos de tristeza o desolación, recordaré la abundancia de las misericordias del Señor que he recibido a lo largo de mi vida.
Profundicemos:
“Podemos preguntarnos: ‘¿Le he entregado mi miseria al Señor? ¿Le he mostrado mis caídas para que me levante?’. ¿O hay algo que todavía me guardo dentro? Un pecado, un remordimiento del pasado, una herida en mi interior, un rencor hacia alguien, una idea sobre una persona determinada… El Señor espera que le presentemos nuestras miserias, para hacernos descubrir su misericordia.