25 de Febrero

 Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre

 (Marcos 10, 1-12)

 

Aparecen de nuevo los fariseos con el único fin de poner a prueba a Jesús, pues aunque les fue mal en ocasiones anteriores, de todos modos querían hacerlo caer. Y le plantean una pregunta acerca de la estabilidad del vínculo matrimonial:
Y Jesús les lanzó otra pregunta que a ellos, como maestros de la ley, les caía muy bien ¿Qué les prescribió Moisés?”. Le dijeron que Moisés si había permitido repudiar a la mujer estableciendo el acta de divorcio. Jesús entonces, pasando del plano legal al del corazón les aclaró que Moisés se vio obligado a ello por la dureza sus corazones. Luego remontándose a inicio de la creación recordó que lo que Dios quiso que existiera entre hombre y mujer fue una unión tan fuerte que hace de ellos no dos sino una sola carne.

Y terminó con este mandato: “Lo que Dios unió no lo separe el hombre”. El matrimonio es un vínculo sagrado que el hombre no puede destruir

 

Reflexionemos:

¿Cuál es la mayor enseñanza que nos da Jesús hoy? ¿Cómo has tratado de arreglar los problemas en tu matrimonio?

 

Oremos:

Dios y Señor nuestro que has hecho del matrimonio un signo de tu comunión divina, haz que nada se interponga ni rompa la unión vital que Tu creas entre el hombre y la mujer, Amen.

 

Recordemos:

“Los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: “Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio”.

 

Actuemos:

La oración cotidiana como pareja nos alcanza la fidelidad

 

Profundicemos:

La indisolubilidad del vínculo matrimonial sacramental manifiesta la fidelidad de Dios a la Alianza con su pueblo. Una Alianza que anhela la respuesta fiel del hombre redimido. Esta respuesta es posible desde la gracia del Espíritu que en Cristo ha alcanzado todo hombre.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

¿Requiere asesoria? Activar chat