“Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba” (Lc 4, 30)
En el evangelio de este día, Jesús regresa nuevamente a Nazaret, entra a la sinagoga, pero no es bien acogido por sus coterráneos. Les cuesta creer las obras que realiza, ya que lo vieron crecer en su entorno: “¿No es este el hijo de José?”. Además, su falta de fe en él, los lleva a probarlo y pedirle señales sobre su misión profética: “Haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún”. Pero Jesús, no obra ningún milagro entre ellos, sino que les muestra que su rechazo es igual al que los profetas Elías y Eliseo vivieron entre los suyos, y solo dos paganos supieron reconocerlos como enviados de Dios: la viuda de Sarepta y Naamán el sirio. Comparación que llena de cólera a los asistentes a la sinagoga y hace que lo empujen fuera de la ciudad, con intención de matarlo. Pero Jesús en lugar de desanimarse por este rechazo, se abre paso entre ellos y sigue su camino. Tal vez como los habitantes de Nazaret, nosotros también nos cerramos a reconocer a Jesús como nuestro salvador. Preferimos quedarnos en nuestras comodidades o seguridades y no movernos a llevar a nuestra vida las enseñanzas del Evangelio por la apertura de mente y corazón que implican. Pidamos al Señor, en este día, que nos ayude abrir más nuestro corazón a sus enseñanzas y a no cerrarnos en nuestra mentalidad o intereses.
Reflexionemos:
¿Cómo acogemos la presencia de Jesús en nuestra vida?, ¿qué enseñanza nos deja la actitud de Jesús de abrirse paso entre los problemas y seguir su camino?
Oremos:
Perdónanos, Señor, por las veces en que por nuestra obstinación o comodidad nos cerramos a tus enseñanzas. Danos la capacidad de aprender a reconocer lo mucho que necesitamos de ti. Amén.
Recordemos:
Aferrarnos a nuestros hábitos o seguridades nos impiden muchas veces abrirnos a la novedad de Dios.
Actuemos:
Pidamos perdón al Señor en este día, por las veces en que nos cerramos a su amor.
Profundicemos:
Abrir nuestra vida a Jesús implica darnos la oportunidad de conocerlo y darle espacio en nuestra vida a través de la oración y la contemplación diaria de su Palabra (Libro: Relatos del Evangelio que iluminan la vida).