“Se quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad” (Lc 4, 32)
En el evangelio de este día, Jesús baja a Cafarnaún, donde sus palabras y sus acciones despiertan asombro entre quienes lo escuchaban. Asombro que partía de la autoridad de sus enseñanzas y de la capacidad que tenía para liberar del mal: “¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen”. Jesús comunicaba todo aquello que le era revelado por el Padre, pero también hablaba al corazón de las personas sencillas, humildes, enfermas, en su mayoría marginadas por los males que las aquejaban. Esto hacía que su Palabra no fuera vacía, ni ajena al dolor y al sufrimiento de los menos favorecidos, sino que era una palabra encarnada en las realidades de sus oyentes. Una Palabra que comunicaba la predilección de Dios por los más pobres y que llegaba a todo lugar: “Noticias de Él iban llegando a todos los lugares de la comarca”. Como Jesús nosotros también estamos llamados a transformar la vida de quienes nos rodean, a partir de la Palabra que recibimos a diario de Dios; a ser buena noticia para ellos desde nuestro testimonio de vida fraterna. Pidamos al Señor, en este día, la capacidad de aprender como él, a hablar con autoridad y conducir a otros a su encuentro.
Reflexionemos:
¿Qué nos enseña la autoridad de Jesús?, ¿cómo podemos ser buena noticia para los demás?
Oremos:
Enséñanos, Señor, a ser personas que comuniquen tu amor y tus enseñanzas, a partir de nuestro propio testimonio de vida. A reconocer la importancia de conocer las realidades que viven los otros, para hablarles al corazón. Amén.
Recordemos:
Nuestra autoridad radica en el testimonio de vida o en el ejemplo que damos a los demás.
Actuemos:
Revisemos en esta jornada nuestra vida y miremos si comunicamos o no, con nuestro ejemplo.
La autoridad se aprende en casa desde los cuidados y ejemplos que vivimos en familia (Libro: Caminos para una crianza con sentido. Educando desde la coherencia).