“Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos” (Mt 14, 14)
Jesús hablaba no solo al corazón de las personas sencillas y humildes de su tiempo, sino que también las curaba de sus males y enfermedades. Por eso, muchas lo seguían para ser sanadas y renovadas por sus palabras. En el evangelio de hoy al ver que eran tantos y no tenían que comer, siente lastima e invita a sus discípulos para que se solidaricen con sus necesidades: “Denles ustedes de comer”; pero ellos, se ven limitados para hacerlo: “Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces”. Jesús, toma aquello que tienen, lo bendice y se los regresa luego para que lo repartan entre la multitud: “Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras”. De esta manera, les enseña a sus discípulos y a nosotros hoy, que pese a lo poco que pueda tenerse, siempre tenemos algo que compartir con quienes pasan hambre y necesidad, ya que Dios no solo bendice aquello que tenemos sino que también lo multiplica. Él despierta además la solidaridad de aquellos que están a nuestro lado. Pidamos al Señor, en este día que nos ayude a creer que siempre tenemos algo para compartir con los demás, no solo a nivel material sino también a nivel personal y espiritual.
Reflexionemos:
¿Compartimos generosamente lo que tenemos con los demás?, ¿hemos experimentando la providencia de Dios cuando queremos ayudar a quienes están a nuestro lado?
Oremos:
Danos, Señor, un corazón generoso y solidario que sienta propias las necesidades de quienes están a nuestro lado. Un corazón capaz de compartir con sencillez y alegría, lo mucho o lo poco que se tiene. Amén.
Recordemos:
Siempre tenemos algo bueno para dar a los demás.
Actuemos:
Salgamos en esta jornada al encuentro de las necesidades de nuestras familias o personas conocidas.
Profundicemos:
La Eucaristía es la gran fiesta que nos enseña a compartir aquello que tenemos con los demás (Libro: La gran fiesta).