“Salió el sembrador a sembrar” (Mt 13, 3)
Jesús fue una persona extraordinaria que supo llegar al corazón de las personas más sencillas y necesitadas de su tiempo a través de sus enseñanzas. Sus palabras no solo transformaban la vida de sus oyentes, sino que también los sanaba, les ayuda a sentirse importantes para Dios y su Reino. Las parábolas, fueron sus historias preferidas, ya que le permitían valerse de ejemplos de la vida sencilla y ordinaria para explicarles los misterios del Reino de los Cielos y el gran amor que Dios sentía por ellos, así como lo hace en este día con la parábola del sembrador, en la cual, enseña los efectos que la escucha atenta o no, de su Palabra puede hacer brotar en el terreno de nuestro corazón: “El que tenga oídos que oiga”. Pidamos al Señor, en este día la gracia de aprender a escuchar con fe sus enseñanzas y ser de esta manera tierra buena que de fruto no solo para nosotros mismos, sino también para quienes están a nuestro lado.
Reflexionemos:
¿Cómo es nuestra escucha de la Palabra de Dios?, ¿con cuál tipo de terreno nos identificamos?
Oremos:
Enséñanos, Señor, a escuchar con fe tu Palabra y llevarla a nuestra existencia. A ser tierra buena, que fecunde la vida de todos aquellos con quienes compartimos a diario. Amén.
Recordemos:
La escucha atenta de la Palabra es la clave para dejar que fecunde nuestra existencia.
Actuemos:
Dispongamos nuestra mente y nuestro corazón en este día para escuchar con fe y docilidad la Palabra de Dios.
Profundicemos:
La escucha de la Palabra nace del encuentro cotidiano con Dios en la oración y el deseo de iluminar desde ella, las diferentes realidades que vivimos (Libro: Pedir la salud con la Palabra de Dios).