“Allá lo verán, como se lo había anunciado” (Mc 16, 7)
El Sábado Santo nos lleva a unir nuestro corazón a los dolores de la Virgen María y a experimentar con la solemne vigilia Pascual, la gran alegría de la Resurrección. La liturgia de este día nos permite percibir como en Jesús se cumplen todas las promesas de salvación hechas por Dios a su pueblo desde el Antiguo Testamento. Así mismo, la vida nueva que Jesús con su muerte y resurrección, trae para la humanidad. El evangelio de este día, nos invita a ir junto a María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé al sepulcro para ser testigos de la resurrección: “No se extrañen. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el crucificado. Resucitó, no está aquí”. Tal vez, como las mujeres, nosotros aún hoy no hemos comprendido del todo el sentido de la resurrección y nos hemos quedado más con la imagen del crucificado. Por eso, aprovechemos esta jornada para reconocer a Jesús vivo en las personas con quienes compartimos a diario e iluminan nuestra vida con su presencia. Así mismo, en los deseos que Dios pone en nuestro corazón para cambiar y ser mejores.
Actitud: Reconocimiento.
Reflexionemos:
¿Cómo vivimos el misterio de la resurrección?, ¿qué personas o realidades nos llevan a experimentar que Jesús vive en medio de nosotros?
Oremos:
Gracias, Señor, por abrir nuestra vida al gran misterio de tu resurrección. Gracias porque a través de él, nos llevas a reconocer que sigues vivo en quienes nos ayudan a ir a tu encuentro y asumir nuestra vida con mayor fe y esperanza. Amén.
Recordemos:
El misterio de la resurrección nos lleva a reconocer como Jesús vive entre nosotros cuando llevamos a la práctica sus enseñanzas.
Actuemos:
Participemos con gran alegría en este día de la solemne vigilia Pascual y pidámosle al Señor que nos ayude a hacer presente con nuestras acciones los signos de su resurrección.
Profundicemos:
La resurrección de Jesús nos lleva a reconocerlo presente en el otro y a comprometernos con la puesta en práctica de sus enseñanzas (Libro: Siete pasos hacia la vida).