“Padre, pequé contra Dios y contra ti. Ya no merezco que me llames hijo tuyo” (Lc 15, 21)
La parábola del hijo prodigo o del padre misericordioso llega en este tiempo de cuaresma a recordarnos el infinito amor que Dios siente por cada una de nosotros. Como el hijo prodigo nosotros muchas veces nos equivocamos de camino, nos apartamos de Dios y de nuestros seres queridos. Pero cuando tenemos la capacidad de reconocer nuestras faltas o errores, somos capaces de emprender el viaje de regreso a Dios: “Voy a volver a donde mi padre y le digo: Padre, pequé contra Dios y contra ti”. Viaje que implica mucho valor, la humildad para reconocer nuestro pecado y la determinación de cambiar de camino, como también, la capacidad para experimentar la gran necesidad que tenemos en nuestra vida de Dios. Pidamos al Señor que en esta cuaresma nos ayude a emprender nuestro camino de regreso a Dios, a tener la valentía de mirar nuestra vida, reconocer nuestra realidad de pecado y sentirnos necesitados de su perdón. Así mismo, anhelar el gran abrazo del Padre que nos renueva, nos cura y nos libera.
Actitud: Conversión.
Reflexionemos:
¿Qué realidades de pecado necesitamos convertir hoy?, ¿cómo podemos emprender el camino de regreso al Padre en este tiempo de cuaresma?
Oremos:
Ayúdanos, Señor, como al hijo pródigo a emprender en este tiempo de cuaresma nuestro camino de regreso a ti. A dejar atrás las realidades de pecado que nos atan y roban la paz de nuestro corazón. Amén.
Recordemos:
Dios es un padre misericordioso que siempre espera nuestro regreso.
Actuemos:
Revisemos en esta jornada nuestra vida e identifiquemos aquellas actitudes o realidades que necesitan del perdón de Dios. Presentémoslas en la oración y busquemos acceder, según nuestras posibilidades, al sacramento de la reconciliación.
Profundicemos:
La confesión es uno de los sacramentos que nos permite abrir nuestro corazón a Dios y pedir perdón por nuestros pecados. Aprenderlo en casa, con los más pequeños nos ayudará a tener siempre abierto el camino al perdón de Dios (Libro: ¡Yo también me confieso!).