9 de Enero

«Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo mi complacencia».

(Lucas 3, 15-16. 21-22)

Juan Bautista no solo se presento como el humilde precursor del Señor, sino que declaró con toda claridad y gozo que Jesús era muy superior a él: “Yo los bautizo con agua, pero viene otro que es más poderoso que yo. Yo ni siquiera merezco desatarle la correa de las sandalias. Él los va a bautizar con Espíritu Santo y fuego”.

Cuando Jesús fue donde Juan para hacerse bautizar por él: apenas entró en las aguas del Jordán se abrió el cielo…el Espíritu Santo descendió sobre él y se oyó una voz del cielo que decía: “Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo mi complacencia”. Jesús salió del Jordán empapado por las aguas contaminadas por el pecado de quienes se habían sumergido en él. Y al verlo así, el Padre complacido porque su Hijo había aceptado la misión que le había confiado: gritó lleno de gozo que ese hombre humilde era su hijos amado. .

Así como en Jesús Dios se manifestó su sacrosanto misterio Trinitario, en el momento dichoso de nuestro bautismo: El Espíritu Santo penetró en nosotros, nos incorporó en Jesús Resucitado y el Padre viendo en nosotros a Su Hijo nos acogió como hijos en Su Hijo.

 

Reflexionemos:

¿Soy consciente de esta realidad incomparable? ¿La vivo con alegría y afecta mi modo de vivir? ¡Soy tu templo vivo, gracias Señor! 

 

Oremos:

Gracias Padre porque enviaste a Tu Hijo al mundo para que nos participara a todos Su filiación divina, gracias al Espirita Santo que incorporándonos en El grita en nosotros Abba Padre!

 

Recordemos:

Jesús fue a hacerse bautizar en el Jordán. Y estando en oración, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió en figura corporal como paloma sobre Él, y una voz desde el cielo dijo: “Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo mi complacencia”.

 

Actuemos:

En el momento de oscuridad o sufrimiento recuerdo la inhabitación de la Ssma Trinidad en mí y me abandono en su amor.

 

Profundicemos:

En el Bautismo de Jesús el Padre rompió el cielo de alegría al ver que su Santísimo Hijo cargaba sí el pecado de todos sus hermanos, dispuesto a dar su vida por nuestro rescate.

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