8 de Junio

“Esa pobre viuda ha echado más que nadie”

(Mc 12, 38-44)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Unos treinta años de la vida de Jesús transcurrieron de forma silenciosa. Eso solo se quiebra cuando, según Lucas, a los doce años acude con sus padres a la fiesta de la Pascua en Jerusalén. Nos dice el evangelista que los padres de Jesús “iban todos los años a Jerusalén” con motivo de esa celebración. Cuando el niño cumple doce años, deciden que también los acompañe. Terminada la fiesta, Él se queda en Jerusalén sin avisar a sus padres. Ellos, desesperados, retornan a la ciudad para buscarlo. Tres días andu- vieron en ese trajín, con seguridad preguntando entre los parientes y conocidos. Su angustia e impotencia debe haber sido terrible, un anticipo, un eco de lo que sentirán las mujeres en el sepulcro al no hallar entre los muertos al que está vivo. El Corazón de María es también un corazón muy humano. Es el corazón de una Madre. Porque amó mucho mereció ser Madre de Dios y atrajo el Verbo a la tierra; con sufrimiento y con dolor, ha merecido ser Madre nuestra. El amor a su Hijo y a sus hijos es tan entrañable y tierno, que guarda en su corazón las acciones más insignificantes de sus hijos, hermanos de su hijo Jesús, nuestro Hermano mayor.

Tomado de: La Palabra, Pan de vida. Comentario al Evangelio diario 2024, Paulinas – Comentarios: Raúl Enrique Castro Chambi, S.J. y Carlos Cardó, S.J.

 

Preguntemos: ¿Cómo es tu mirada sobre la realidad, las personas y circunstancias? ¿En qué lugar me encuentro; a quién acompaño?, ¿a la viuda que lo da todo?, ¿a los ricos?, ¿a los discípulos? ¿a Jesús? 

 

Oremos: Señor Jesús, que nuestra vida sea ayuda para los demás, por donde quiera que caminemos, vayamos como la viuda, dándolo todo. Permítenos reconocer lo bueno de cada persona y vivir desde la generosidad, la acogida y el amor. Amén.

 

Actuemos: ¿Soy capaz de darle todo a Dios? ¿Sé ver los testimonios que me ofrece la vida?

 

Recordemos: Para aprender el camino del Reino de Dios necesitamos volvernos discípulos de aquella pobre viuda que compartió lo que tenía para vivir. Frente al dar de lo que sobra está el darse por completo a Dios en nuestros hermanos y hermanas.

 

Profundicemos: Señor, enséñame a darlo todo por amor, a vivir desde la pobreza de la viuda que comparte de lo que tiene con alegría, confianza y sensibilidad. “Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”.

 

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