8 de agosto

“La planta que no haya plantado mi Padre celestial, será arrancada de raíz”

(Mt 15, 1-2. 10-14)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

El evangelio nuevamente nos coloca en el contexto de un enfrentamiento entre Jesús y algunos maestros de la Ley que han venido a Jerusalén. El origen de esta polémica es porque los discípulos de Jesús no practican la Ley, los rituales y las costumbres de los antepasados.


La respuesta que da Jesús a los fariseos es un llamado a revisar e ir más allá de aquellas costumbres y tradiciones, porque, si estas tradiciones solo se cumplen por cumplirse, no llevan a un auténtico encuentro con Dios y no sirven de nada. Jesús hace una invitación a la conversión, a un cambio de actitud. Que nos fijemos en la verdad de lo que realmente somos. Dentro de nosotros encontramos la esencia de la existencia y desde allí comienza una verdadera relación con Dios. Por eso, aquello que realmente le importa a Jesús es su relación con el Padre, quien le ha dado una misión de salvación y que también quiere que sus discípulos descubran el gozo de dicho encuentro.

 

Reflexionemos: ¿Qué cosas me atan y me impiden decidir con el corazón? ¿Qué me hace impuro a los ojos de Dios? ¿Qué males salen de mí?

 

Oremos: Permite, Señor, que de nuestra boca solo salgan palabras que nos edifiquen como hermanos. Que no seamos motivo de discordia o de pecado para los demás, sino que podamos ser esa luz que guía el buen camino que conduce a ti y así, poder ser fruto de tu amor y entrega por nosotros. Amén.

 

Actuemos: Que la palabra nos lleve a cultivar acciones que construyen paz, que cada palabra que salga de nuestra boca sean para crear y construir comunidad.

 

Recordemos: Que de la abundancia del corazón sale la boca y nos lo recuerda el evangelio de hoy: “No mancha al hombre lo que entra por la boca sino lo que sale de la boca, eso es lo que mancha al hombre”.

 

Profundicemos: “La planta que no haya plantado mi Padre celestial, será arrancada de raíz” es clave esta relación íntima que Jesús ha tenido con el Padre y es el Padre el que planta nosotros somos su cosecha, dejemos que esta palabra toque nuestros corazones y transforme nuestra vida.

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